¿Cuál es la aportación de Claudia Andujar a la representación fotográfica de las tribus indígenas?

Si buscamos referentes que nos ayuden a ver el recorrido de la representación de comunidades aisladas, llegaremos inevitablemente a la fotografía antropológica. La antropología y la fotografía tienen un vínculo de nacimiento; ambas surgen a mitad del siglo XIX. Para muchos y muchas –antropólogas, etnógrafas, arqueólogas–, las fotos fueron la manera de describir objetos, personas, construcciones y paisajes, con mucha mayor precisión y rapidez que con el dibujo.

Claudia Andujar, De la serie Marcados, doble exposición, Brasil, 1983. © Claudia Andujar.

En las primeras fotografías que se tomaron en el continente americano, sus paisajes y sus gentes fueron vistos como algo exótico. Fotógrafos viajeros se desplegaron por varios países, consiguiendo composiciones de gran calidad técnica, en cuanto al nivel de detalle y el contraste. Fotógrafos como Victor Frond (1821-1881) en Rio de Janeiro; Eadweard Muybridge (1830-1904) en Centroamérica; o Désiré Charnay (1828-1915) en México –entre muchísimos otros– se interesaron por mostrar una naturaleza bondadosa en paisajes y recursos.

Pero, además de la gran calidad y el aire bucólico en que envolvían los parajes representados, estas imágenes cumplían otro fin: conformar un inventario del territorio. Su población y características demográficas eran de interés para inversores extranjeros y locales, en un momento de expansión económica de estas recientes naciones.

Claudia Andujar, Los yanomami queman sus chozas comunitarias cuando emigran, cuando quieren deshacerse de una plaga o cuando muere un líder importante. Película infrarroja, Catrimani, Roraima, 1972- 1976. © Claudia Andujar.

En cuanto a las mujeres fotógrafas, hubo un interés diverso que podríamos condensar, por un lado, en la literatura de viajes: fotógrafas como Mary E. Blake (1840-1907) o Marie R. Wright (1853-1914), interesadas en mostrar una imagen pintoresca de México. Por otro lado, Alice Dixon (1851-1910) recorrió la zona maya con una inquietud arqueológica; y, por último, Charles Adams (1875-1937) fotografió principalmente a las personas y sus condiciones en Chile y Bolivia. De todas ellas, Adams, por su interés hacia las comunidades indígenas, nos sirve para explicar la evolución hacia la fotografía de Claudia Andujar.

La diferencia más evidente, pero que constituye el rasgo fundamental de una época es que, al representar las labores propias de los autóctonos, la cámara de Adams se planta como si estuviese ante un escenario, con distancia. Es la descripción de una escena donde el individuo cumple una función. En muchos casos parecen estar colaborando en la construcción de la imagen.

Claudia Andujar, De la serie Marcados, doble exposición, Brasil, 1983. © Claudia Andujar.

Un caso singular es el de la antropóloga Margaret Mead (1901-1978), y el trabajo de campo que realizó en sociedades primitivas en Nueva Guinea (1935). Mead fue una adelantada a su tiempo, por la manera con que buscó la representación del «otro». En sus registros, no vemos ninguna intención por construir escenas, ni por la foto posada, sino en captar imágenes espontáneas, con una gran cantidad de información visual. En algunos casos desplaza la cámara a una altura que ya no es la de sus ojos, sino cerca del suelo. Al cambiar el punto de vista, las dimensiones cambian, logrando una presencia más real de los lugares. Sus fotografías no tenían un interés estético, el valor estaba en la información que aportaban. Eran parte de un trabajo de campo, debían ser analizadas para avanzar en el conocimiento de la sociedad que estudiaba.

En el caso de Claudia Andujar, sus fotografías no buscaban intencionadamente ser bellas.

En el caso de Claudia Andujar, sus fotografías no buscaban intencionadamente ser bellas. Nacida en otro continente –había llegado a Brasil en 1955–, su obra se centra en la comunidad Yanomami. Su obstinación fue comprender el mundo indígena y recrearlo en la fotografía. Para ello, Andujar recurrió a las propiedades del lenguaje fotográfico, esto es, alterando el proceso de la toma y el revelado para sus propios fines, con la idea de que el resultado produjera la emoción particular que el mundo indígena proyectaba en ella.

Con Andujar, la mirada que se tiene de las tribus aisladas se transforma por completo. En sus fotografías la percepción del «otro» está sujeta a la experiencia de formas, resplandores y texturas. Su cámara se acerca de tal manera a los sucesos, que nos vemos imbuidos en la humedad del ambiente.

Claudia Andujar, Del reportaje «É o trem do diabo» [El tren del diablo], publicado en mayo de 1969 en la revista Realidade. Colección de Fotografía Contemporánea / Instituto
Moreira Salles. © Claudia Andujar.

En sus primeros retratos, realizados en 1974-76, publicados dos años después en su primer libro sobre los Yanomami, los retratados emergen de la oscuridad, como la luna creciente. Fue un primer trabajo en el que rompió las distancias. Posteriormente, realizó fotografías caminando por la selva. La cámara, en algunos casos, capta el movimiento de las personas que atraviesan los planos, en otros los sumerge en destellos de luz que provienen del cielo.

En algunas ocasiones unta vaselina en el lente para diluir los bordes y que el motivo aparezca como en un sueño; en otras, a partir de una larga exposición, consigue presencias fantasmagóricas erguidas en medio de la oscuridad de las chozas. En sus fotografías realizadas de noche durante los rituales, interviene la toma con haces de luz, recreando el estado de trance de las ceremonias.

Claudia Andujar, Cestos funerarios, película infrarroja. Catrimani, Roraima, 1976. © Claudia Andujar.

Estos recursos la llevan a crear imágenes sugestivas, pero, en otras ocasiones, por ejemplo, en los retratos de primerísimos planos, o en las onduladas formas del cuerpo recostado en la hamaca, se olvida de efectos y transmite tranquilidad y equilibrio. Es como si representara la tormenta y la calma. O mejor, es como si experimentara con gran intensidad en la oscura noche el resplandor de las luces, esas mismas que encienden el día de colores.

Tanto en color como en blanco y negro, Andujar no incurre en el pseudo-surrealismo que adoptaron tantos fotógrafos, intentando subvertir la mirada «real» y «verdadera» de la cámara. Andujar propone una danza visual. Sumerge al sujeto fotografiado en una abstracción deliberada, en el geométrico mundo en el que los nativos conciben su imaginario y que es patente en las pinturas que realizan en su cuerpo, en sus viviendas y el lugar que ocupan en la selva.

«¿En qué medida sienten que pasaron a conocer a los Yanomami a través de mi cámara?»

Las intenciones de Claudia Andujar se resumen en la pregunta que ella hizo, en una carta dirigida a la John Simon Guggenheim Foundation: «¿En qué medida sienten que pasaron a conocer a los Yanomami a través de mi cámara?»

Si para algunos fotógrafos, exploradores, viajeros, el interés por pasar largas temporadas en tierras ignotas era describir y ofrecer información del territorio, para Andujar, se trataba de interiorizar y transmitir una cosmovisión.

La evolución de sus fotografías no habría sido posible sin su interés por el arte. Su deseo por realizar una obra, por ser artista. Andujar estaba en un momento de la historia en que la fotografía buscaba un lugar en el arte, como medio de expresión, de reflexión y conocimiento. Había un interés creciente por exponerla, iniciar colecciones y un incipiente mercado. Pero, sobre todo, una curiosidad de los artistas por trabajar con ella.

Claudia Andujar, Yanomami trabajando en las obras de la carretera Perimetral Norte. Roraima, 1975. © Claudia Andujar.

Algunos, cuestionando abiertamente su capacidad o incapacidad por ser registro objetivo de la realidad. Otros, subvirtiendo su lenguaje con fotomontajes, interviniéndola, alterando el proceso de revelado; o en el sentido opuesto, aceptando con riguroso detalle la definición y el contraste. En cualquier caso, era la exploración de un medio en favor de la expresión personal. El fotógrafo como creador de imágenes y no como quien captura un suceso. Andujar llevó esta idea a un terreno que había sido exclusivo de la imagen antropológica.

En uno de sus primeros trabajos como guía para la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, logró realizar una exposición mostrando sus cuadros abstractos en la sede de la ONU. Posteriormente, ya viviendo en Brasil, regresó a Nueva York, y consiguió que el MoMA adquiriera dos fotos suyas –no sería la única vez–, así como su primera muestra de fotografía individual en la galería Limelight (1960).

Claudia Andujar, La joven Susi Korihana thëri en un arroyo, película infrarroja. Catrimani, Roraima, 1972-1974. © Claudia Andujar.

Cuando Andujar se presentó en el MoMA, el museo ya contaba con una colección de fotografía. Su actual director era Edward Steichen, que unos años antes había inaugurado la aclamada muestra The Family of Man (1955, itinerante hasta 1964), exposición que marcó un punto de inflexión en el transito que vivió la fotografía: de la prensa ilustrada a su exposición y conservación en museos.

Para Andujar también debió haber sido una influencia el artista George Love, con quien estuvo casada un tiempo. Love se interesó por indagar en el medio fotográfico, el cual, según él, debía entenderse como una interpretación, no como la cosa en sí: «Lo que se ve en la imagen es una foto del bosque, no el bosque mismo. No es el cielo lo que se ve, es una película fotográfica».

Claudia Andujar, Choza cerca de la misión católica, en el río Catrimani, película infrarroja. Roraima, 1976. © Claudia Andujar.

Otra evidencia, como parte del interés de Andujar por el arte, está en su trabajo como directora del Departamento de Fotografía del Museo de Arte de São Paulo MASP en 1975-76. Allí, organizó cursos prácticos y teóricos, presentó muestras de fotógrafos como Robert Frank, Lee Friedlander y Eugene Smith, entre otros. Además, llevó a cabo convocatorias de jóvenes fotógrafos, incentivando y dinamizando el entorno local.

También realizó instalaciones audiovisuales, proyecciones de fotografías a gran escala acompañadas de música, donde se yuxtaponen varias imágenes. Era un paso más en su manera de captar y transmitir el entorno indígena.

También estaba interesada en que fueran los propios indígenas quienes mostraran su cultura, a través de dibujos y videos. Motivados por Andujar, realizaron más de cien dibujos en 1974-77. Este proyecto terminó por convertirse en una investigación mitológica sobre el pueblo Yanomami. En cuanto al vídeo, encontramos el caso del director de cine yanomami Morzaniel Iramari, con su película Urihi-Haromatipë.

Tanto las fotografías y sus instalaciones, como los dibujos y la película hechos por los mismos Yanomami, forman parte de la muestra que la Fundación Mapfre presenta en el centro KBr. El título original con el que se presentó en el Instituto Moreira Salles en 2018 era Claudia Andujar: A Luta Yanomami.

De toda obra se puede hacer una lectura política. En la de Claudia Andujar, con acierto absoluto, se ha valorado su militancia desde la visibilidad que dio a las comunidades: sus fotografías fueron un instrumento de lucha para los Yanomami.

Pero, si se me permite, su obra artística tiene por sí misma una lectura política. En cuanto rompió los paradigmas de representación de las comunidades aisladas, su trabajo puso sobre la mesa una manera distinta de ver al «otro», subvirtiendo las lecturas hechas hasta entonces. Pero también al conseguir que sus fotos, bien acompañando informes y documentos de denuncia de las condiciones de los indígenas, bien como obra de arte, actuaran en distintas esferas de la cultura.

La exposición Claudia Andujar se puede visitar en el Centro de Fotografía KBr, de Barcelona, hasta el 23 de mayo.

Quina és l’aportació de Claudia Andujar a la representació fotogràfica de les tribus indígenes?

Si busquem referents que ens ajudin a veure el recorregut de la representació de comunitats aïllades, arribarem inevitablement a la fotografia antropològica. L’antropologia i la fotografia tenen un vincle de naixement; ambdues sorgeixen a meitat del segle XIX. Per a molts i moltes –antropòlogues, etnògrafes, arqueòlogues–, les fotos van ser la manera de descriure objectes, persones, construccions i paisatges, amb molta més precisió i rapidesa que amb el dibuix.

Claudia Andujar, De la sèrie Marcados, doble exposició, Brasil, 1983. © Claudia Andujar.

En les primeres fotografies que es van realitzar en el continent americà, els seus paisatges i les seves gents van ser vistos com una cosa exòtica. Fotògrafs viatgers es van desplegar per diversos països, aconseguint composicions de gran qualitat tècnica, pel que fa al nivell de detall i el contrast. Fotògrafs com Victor Frond (1821-1881) a Rio de Janeiro; Eadweard Muybridge (1830-1904) a Centreamèrica; o Désiré Charnay (1828-1915) a Mèxic –entre moltíssims d’altres– es van interessar per mostrar una naturalesa bondadosa en paisatges i recursos.

Però, a més de la gran qualitat i l’aire bucòlic amb què embolicaven els paratges representats, aquestes imatges complien una altra fi: conformar un inventari del territori. La seva població i característiques demogràfiques eren d’interès per a inversors estrangers i locals, en un moment d’expansió econòmica d’aquestes recents nacions.

Claudia Andujar, Els ianomamis cremen la seva cabana comunitària quan emigren, quan volen desfer-se d’una plaga o quan mor un líder important. Pel·lícula infraroja. Catrimani, Roraima, 1972- 1976. © Claudia Andujar.

Pel que fa a les dones fotògrafes, va haver-hi un interès divers que podríem condensar, d’una banda, en la literatura de viatges: fotògrafes com Mary E. Blake (1840-1907) o Marie R. Wright (1853-1914), interessades a mostrar una imatge pintoresca de Mèxic. D’altra banda, Alice Dixon (1851-1910) va recórrer la zona maia amb una inquietud arqueològica; i, finalment, Charles Adams (1875-1937) va fotografiar principalment les persones i les seves condicions a Xile i Bolívia. De totes elles, Adams, pel seu interès vers les comunitats indígenes, ens serveix per a explicar l’evolució cap a la fotografia de Claudia Andujar.

La diferència més evident, però que constitueix el tret fonamental d’una època és que, en representar les tasques pròpies dels autòctons, la càmera d’Adams es planta com si estigués davant un escenari, amb distància. És la descripció d’una escena on l’individu compleix una funció. En molts casos semblen estar col·laborant en la construcció de la imatge.

Claudia Andujar, De la sèrie Marcados, doble exposició, Brasil, 1983. © Claudia Andujar.

Un cas singular és el de l’antropòloga Margaret Mead (1901-1978), i el treball de camp que va realitzar en societats primitives en Nova Guinea (1935). Mead va ser una avançada al seu temps, per la manera amb què va buscar la representació de l’«altre». En els seus registres, no hi veiem cap intenció per construir escenes, ni per la foto posada, sinó a captar imatges espontànies, amb una gran quantitat d’informació visual. En alguns casos desplaça la càmera a una altura que ja no és la dels seus ulls, sinó a prop del sòl. En canviar el punt de vista, les dimensions canvien, aconseguint una presència més real dels llocs. Les seves fotografies no tenien un interès estètic, el valor estava en la informació que aportaven. Eren part d’un treball de camp, havien de ser analitzades per a avançar en el coneixement de la societat que estudiava.

En el cas de Claudia Andujar, les seves fotografies no buscaven intencionadament ser belles.

En el cas de Claudia Andujar, les seves fotografies no buscaven intencionadament ser belles. Nascuda en un altre continent –havia arribat al Brasil el 1955–, la seva obra se centra en la comunitat Yanomami. La seva obstinació va ser comprendre el món indígena i recrear-lo en la fotografia. Per a això, Andujar va recórrer a les propietats del llenguatge fotogràfic, això és, alterant el procés de la presa i el revelat per als seus propis fins, amb la idea que el resultat produís l’emoció particular que el món indígena projectava en ella.

Amb Andujar, la mirada que es té de les tribus aïllades es transforma per complet. En les seves fotografies la percepció del «altre» està subjecta a l’experiència de formes, resplendors i textures. La seva càmera s’acosta de tal manera als successos, que ens veiem imbuïts en la humitat de l’ambient.

Claudia Andujar, Del reportatge «É o trem do diabo» [És el tren del diable], publicat el maig del 1969 a la revista Realidade. Col·lecció de Fotografia Contemporània / Instituto Moreira Salles © Claudia Andujar.

En els seus primers retrats, realitzats el 1974-76, publicats dos anys després en el seu primer llibre sobre els Ianomami, els retratats emergeixen de la foscor, com la lluna creixent. Va ser un primer treball en el qual va trencar les distàncies. Posteriorment, va realitzar fotografies caminant per la selva. La càmera, en alguns casos, capta el moviment de les persones que travessen els plans, en d’altres els submergeix en centellejos de llum que provenen del cel.

En algunes ocasions unta vaselina en el lent per a diluir-hi les vores i que el motiu aparegui com en un somni; en d’altres, a partir d’una llarga exposició, aconsegueix presències fantasmagòriques alçades enmig de la foscor de les barraques. En les seves fotografies realitzades de nit durant els rituals, intervé amb feixos de llum, recreant l’estat de tràngol de les cerimònies.

Claudia Andujar, Cistelles funeràries, pel·lícula infraroja. Catrimani, Roraima, 1976. © Claudia Andujar.

Aquests recursos la porten a crear imatges suggestives, però, en d’altres ocasions, per exemple, en els retrats de primers plans, o en les ondulades formes del cos recolzat en l’hamaca, s’oblida d’efectes i transmet tranquil·litat i equilibri. És com si representés la tempesta i la calma. O millor, és com si experimentés amb gran intensitat en la fosca nit la resplendor de les llums, les mateixes que encenen el dia de colors.

Tant en color com en blanc i negre, Andujar no incorre en el pseudo-surrealisme que van adoptar tants fotògrafs, intentant subvertir la mirada «real» i «veritable» de la càmera. Andujar proposa una dansa visual. Submergeix al subjecte fotografiat en una abstracció deliberada, en el geomètric món en el qual els nadius conceben el seu imaginari i que és palès en les pintures que realitzen en el seu cos, en els seus habitatges i el lloc que ocupen en la selva.

«En quina mesura senten que van passar a conèixer als Ianomami a través de la meva càmera?»

Les intencions de Claudia Andujar es resumeixen en la pregunta que ella va fer, en una carta adreçada a la John Simon Guggenheim Foundation: «En quina mesura senten que van passar a conèixer als Ianomami a través de la meva càmera?»

Si per a alguns fotògrafs, exploradors, viatgers, l’interès per passar llargues temporades en terres ignotes era descriure i oferir informació del territori, per a Andujar, es tractava d’interioritzar i transmetre una cosmovisió.

L’evolució de les seves fotografies no hauria estat possible sense el seu interès per l’art. El seu desig per realitzar una obra, per ser artista. Andujar estava en un moment de la història en què la fotografia buscava un lloc en l’art, com a mitjà d’expressió, de reflexió i coneixement. Hi havia un interès creixent per exposar-la, iniciar col·leccions i un incipient mercat. Però, sobretot, una curiositat dels artistes per treballar amb ella.

Claudia Andujar, Ianomami treballant a les obres de la carretera Perimetral Nord. Roraima, 1975. © Claudia Andujar.

Alguns, qüestionant obertament la seva capacitat o incapacitat per ser registre objectiu de la realitat. Uns altres, subvertint el seu llenguatge amb fotomuntatges, intervenint-la, alterant el procés de revelat; o en el sentit oposat, acceptant amb rigorós detall la definició i el contrast. En qualsevol cas, era l’exploració d’un mitjà en favor de l’expressió personal. El fotògraf com a creador d’imatges i no com qui captura un succés. Andujar va portar aquesta idea a un terreny que havia estat exclusiu de la imatge antropològica.

En un dels seus primers treballs com a guia per a l’Organització de les Nacions Unides a Nova York, va aconseguir realitzar una exposició mostrant els seus quadres abstractes a la seu de l’ONU. Posteriorment, ja vivint al Brasil, va tornar a Nova York, i va aconseguir que el MoMA adquirís dues fotos seves –no seria l’única vegada–, així com la seva primera mostra de fotografia individual a la galeria Limelight (1960).

Claudia Andujar, La jove Susi Korihana thëri en un rierol, pel·lícula infraroja. Catrimani, Roraima, 1972-1974. © Claudia Andujar.

Quan Andujar es va presentar en el MoMA, el museu ja comptava amb una col·lecció de fotografia. El seu actual director era Edward Steichen, que uns anys abans havia inaugurat l’aclamada mostra The Family of Man (1955, itinerant fins al 1964), exposició que va marcar un punt d’inflexió en el trànsit que va viure la fotografia: de la premsa il·lustrada a la seva exposició i conservació en museus.

Per a Andujar també degué d’haver estat una influència l’artista George Love, amb qui va estar casada un temps. Love es va interessar per indagar en el mitjà fotogràfic, el qual, segons ell, havia d’entendre’s com una interpretació, no com la cosa en si: «El que es veu en la imatge és una foto del bosc, no el bosc mateix. No és el cel el que es veu, és una pel·lícula fotogràfica».

Claudia Andujar, Cabana comunitària prop de la missió catòlica del riu Catrimani, pel·lícula infraroja, Roraima, 1976. © Claudia Andujar.

Una altra evidència, com a part de l’interès d’Andujar per l’art, està en el seu treball com a directora del Departament de Fotografia del Museu d’Art de São Paulo MASP el 1975-76. Allí, va organitzar cursos pràctics i teòrics, va presentar mostres de fotògrafs com Robert Frank, Lee Friedlander i Eugene Smith, entre d’altres. A més, va dur a terme convocatòries de joves fotògrafs, incentivant i dinamitzant l’entorn local.

També va realitzar instal·lacions audiovisuals, projeccions de fotografies a gran escala acompanyades de música, on es juxtaposen diverses imatges. Era un pas més en la seva manera de captar i transmetre l’entorn indígena.

També estava interessada en què fossin els propis indígenes els qui mostressin la seva cultura, a través de dibuixos i vídeos. Motivats per Andujar, van realitzar més de cent dibuixos el 1974-77. Aquest projecte va acabar per convertir-se en una recerca mitològica sobre el poble Ianomami. Pel que fa al vídeo, trobem el cas del director de cinema ianomami Morzaniel Iramari, amb la seva pel·lícula Urihi-Haromatipë.

Tant les fotografies i les seves instal·lacions, com els dibuixos i la pel·lícula fets pels mateixos ianomami, formen part de la mostra que la Fundació Mapfre presenta en el centre KBr. El títol original amb el qual es va presentar en l’Institut Moreira Surt-los el 2018 era Claudia Andujar: A Luta Yanomami.

De tota obra se’n pot fer una lectura política. En la de Claudia Andujar, amb encert absolut, s’ha valorat la seva militància des de la visibilitat que va donar a les comunitats: les seves fotografies van ser un instrument de lluita per als Ianomami.

Però, si se’m permet, la seva obra artística té per ella mateixa una lectura política. Quan va trencar els paradigmes de representació de les comunitats aïllades, el seu treball va posar sobre la taula una manera diferent de veure l’«altre», subvertint les lectures fetes fins aleshores. Però també en aconseguir que les seves fotos, bé acompanyant informes i documents de denúncia de les condicions dels indígenes, bé com a obra d’art, actuessin en diferents esferes de la cultura.

L’exposició Claudia Andujar es pot visitar en el Centre de Fotografia KBr, de Barcelona, fins al 23 de maig.