Una amiga mía me recuerda un dicho que de pequeña oía en su casa: «año bisiesto, año siniestro».
Cuando el año era bisiesto, ella se fijaba en si se cumplía o no la profecía. Nunca se cumplió hasta que ha llegado este año de mierda que dice nuestro Mesías. Tradicionalmente, los años que tienen un día más de los 365 normativos –el cual se añade en febrero, que pasa de 28 a 29–, suelen traer todo tipo de maldades. Por suerte, esto ocurre cada cuatro años. Miro atrás y 2008 cayó en año bisiesto, también 2012, que fue terrible para mí. Detrás de cada refrán hay una verdad.
Imagen del coronavirus captada por un microscopio electrónico. Foto: National Institute of Allergy and Infectious Diseases (NIAID).
Vivir, en gran medida, es resistir. Y este año a fe de Dios que hemos resistido todos los embates que nos ha traído la pandemia. Nos hemos japonizado borrándonos las sonrisas, nos hemos robotizado negándonos los abrazos y los besos. Nos hemos confinado como monjes de clausura y hemos hecho del hogar una fortificación o una trinchera. Hemos vivido dentro de burbujas estériles, pompas como las que pintó el Bosco en su delicioso jardín particular.
Como en un viaje en el tiempo, hemos retrocedido a las primeras civilizaciones agrícolas, los remotos tiempos grecolatinos, donde todo funcionaba a través de la lucha de contrarios. Nuestra dialéctica, más sofisticada, ha basculado en el comprometido equilibrio entre la salud y la economía, entre el control y la libertad, entre el mundo real y el virtual.
Y hemos descubierto a los epidemiólogos, que han salido de debajo de las piedras –tan satisfechos al pasar del anonimato a la celebridad–, y éstos han profetizado como ya habían hecho hace doce años los economistas. Al final hemos descubierto que nadie sabía nada. Ni la profecía del tiempo en el que tendríamos la vacuna se ha cumplido, y ésta, como la estrella de Belén, ha llegado mucho antes de lo que predicaban los profetas del Apocalipsis.
Entre tanto dolor por las pérdidas y los estragos económicos y sociales provocados por el monstruo, ha habido algunos faros de esperanza. De entre estos, destacaría la eliminación de Trump, la coordinación de la Comunidad Europea en las ayudas, y el éxito científico al conseguir el antídoto: tres puntos de luz entre tanta oscuridad.
¿Cómo será el paisaje después de la batalla? ¿como salir de esta gran crisis? No tengo ni idea. Quizás orejudos y desnortados, llenos de cicatrices anímicas, frágiles, desconfiados y temerosos. El síndrome postCovid durará tiempo, después de que se erradique el mal, y posiblemente cambiará el marco mental, el comportamiento consumista, las relaciones humanas y sociales. Chi lo sa!!! O tal vez no pasará nada y volveremos pronto a la vieja normalidad, que es donde queremos devolver, y no a esta nueva, llena de restricciones.
Durante el confinamiento, la cultura fue un refugio, ahora parece que es un estorbo.
¿Qué papel juega la cultura en todo esto? Durante el confinamiento fue un refugio, ahora parece que es un estorbo. Algunos se la han apropiado, reduciéndola a las artes escénicas, como antes era de los filólogos o de los cocineros. Los ejes culturales han girado sobre la desigualdad, la diversidad, el género y la raza, y es normal, porque la cultura recoge y expresa el clima en el que nos movemos. También se ha acentuado una preocupante apología de la ignorancia y la vulgaridad –a menudo, entre nosotros, freudianamente escatológica– cada día mayor y azuzada por la política y los medios. Y ha sonado con más fuerza que nunca el canto de sirena de la contemporaneidad: no todo es presente.
Y últimamente, como me indica Rafael Argullol, se ha añadido la cultura de la fealdad, de la que Barcelona es la capital. En nombre del urbanismo táctico, con nocturnidad y confinamiento, las calles del Ensanche se transformaron en un parchís desolador donde el contenedor es el rey.
En fin, caminamos todavía en el corazón de la noche, y no siento la nostalgia de un año para olvidar. Tampoco haré ninguna lista de propósitos. Brindaré con los míos dentro de mi burbuja -–antes llamaré al Procicat para que me autoricen– y me prepararé para seguir resistiendo a la espera de que 2021, año que no es bisiesto, sea mejor que éste, que he despedido con una satisfacción totalmente inusual.
Una amiga meva em recorda una dita que de petita sentia a casa seva: “año bisiesto, año siniestro”.
Quan l’any era de traspàs, ella es fixava en si s’acomplia o no la profecia. Mai no es va acomplir fins que ha arribat aquest any de merda que diu el nostre Messies. Tradicionalment, els anys que tenen un dia més dels 365 normatius –el qual s’afegeix al febrer, que passa de 28 a 29–, acostumen a portar tota mena de malvestats. Per sort, això passa cada quatre anys. Miro enrera i el 2008 va caure en any de traspàs, també el 2012 que fou terrible per a mi. Rere cada refrany hi ha una veritat.
Imatge del coronavirus captada per un microscopi electrònic. Foto: National Institute of Allergy and Infectious Diseases (NIAID).
Viure, en gran mesura, és resistir. I enguany a fe de Déu que hem resistit tots els embats que ens ha portat la pandèmia. Ens hem japonitzat esborrant-nos els somriures, ens hem robotitzat negant-nos les abraçades i els petons. Ens hem confinat com monjos de clausura i hem fet de la llar una fortificació o una trinxera. Hem viscut dins de bombolles estèrils, pompes com les que pintà el Bosco al seu deliciós jardí particular.
Com en un viatge en el temps, hem retrocedit a les primers civilitzacions agrícoles, als remots temps greco-llatins, on tot funcionava a través de la lluita de contraris. La nostra dialèctica, més sofisticada, ha estat en el compromès equilibri entre la salut i l’economia, entre el control i la llibertat, entre el món real i el virtual.
I hem descobert els epidemiòlegs, que han sortit de sota les pedres –tan cofois en passar de l’anonimat a la celebritat–, i aquests han profetitzat com ja ho havien fet fa dotze anys els economistes. Al final hem descobert que ningú no sabia res. Ni la profecia del temps en el qual tindríem la vacuna s’ha acomplert, i aquesta, com l’estrella de Betlem, ha arribat molt abans del que predicaven els profetes de l’Apocalipsi.
Entre tant de dolor per les pèrdues i els estralls econòmics i socials provocats pel monstre, hi ha hagut alguns fars d’esperança. D’entre aquests, destacaria l’eliminació de Trump, la coordinació de la Comunitat Europea en els ajuts, i l’èxit científic en aconseguir l’antídot: tres punts de llum entre tanta foscor.
Com serà el paisatge després de la batalla?, com sortirem d’aquesta gran crisi?. No en tinc ni idea. Potser orelluts i desnortats, plens de cicatrius anímiques, fràgils, desconfiats i temorosos. La síndrome postCovid durarà temps, després que s’eradiqui el mal, i possiblement canviarà el marc mental, el comportament consumista, les relacions humanes i socials. Chi lo sa!!! O potser no passarà res i tornarem aviat a la vella normalitat, que és on volem retornar, i no pas en aquesta nova, plena de restriccions.
Durant el confinament, la cultura va ser un refugi, ara sembla que és un destorb.
Quin paper juga la cultura en tot això? Durant el confinament va ser un refugi, ara sembla que és un destorb. Alguns se l’han apropiada, reduint-la a les arts escèniques, com abans era dels filòlegs o dels cuiners. Els eixos culturals han girat sobre la desigualtat, la diversitat, el gènere i la raça, i és normal, perquè la cultura recull i expressa el clima en el qual ens movem. També s’ha accentuat una preocupant apologia de la ignorància i la vulgaritat –sovint, entre nosaltres, freudianament escatològica– cada dia més gran i atiada per la política i els mitjans. I ha sonat amb més força que mai el cant de sirena de la contemporaneïtat: no tot és present.
I darrerament, com m’indica Rafael Argullol, s’hi ha afegit la cultura de la lletjor, de la qual Barcelona n’és la capital. En nom de l’urbanisme tàctic, amb nocturnitat i confinament, els carrers de l’Eixample es van transformar en un parxís desolador on el contenidor és el rei.
En fi, caminem encara en el cor de la nit, i no sento l’enyor d’un any per oblidar. Tampoc faré cap llista de propòsits. Brindaré amb els meus dins de la meva bombolla –abans trucaré al Procicat perquè m’autoritzin– i em prepararé per seguir resistint tot esperant que el 2021, any que no és de traspàs, sigui millor que aquest, el qual he acomiadat amb una satisfacció del tot inusual.
Los dos momentos más pujantes del arte catalán son el gótico y el modernismo. Dos momentos, también, de florecimiento económico, cultural y nacional.
La Cataluña industrial de finales del siglo XIX alimentó una burguesía necesitada de símbolos de estatus: nuevos edificios en el Ensanche barcelonés, pintura de temas amables para los nuevos hogares, mobiliario exuberante, voluptuosas artes decorativas… y libros.
Fragmento de la cubierta del libro Boires baixes (Nieblas bajas), con textos de Josep MariaRoviralta, partituras de Enric Granados e ilustraciones de LluísBonnín. Editado por Oliva de Vilanova en 1902, se trata de uno de los volúmenes más apreciados de labibliofiliacatalana.
Y es que una de las industrias más potentes de Barcelona, la editorial, crece de manera exponencial en plena revolución de las tecnologías de la reproducción de imágenes. Especialmente, la cromolitografía y el fotograbado. Una industria que creció en el mercado latinoamericano y que, todavía hoy, es emblemática de la Ciudad Condal.
Este rico universo, que incluye alta bibliofilia, exlibris, ricas encuadernaciones, colecciones populares, y ejemplares bellísimamente ilustrados, se puede admirar en la exposición El libro catalán en tiempo del modernismo, comisariada por Aitor Quiney y Eliseu Trenc en el Museo de Maricel, Sitges.
Las exposiciones de libros son un poco frustrantes: no podemos pasar las páginas de los ejemplares y, por lo tanto, sólo podemos admirar una pequeña porción de aquello que se nos presenta. Por otro lado, sin embargo, podemos descubrir tesoros que, en una librería de viejo o en un comercio en línea, valen entre 10 y 100 euros. O sea, la posibilidad de tener bellísimas obras de arte modernista al alcance.
Cubierta del libro Fortuny. Noticia biográficaycrítica, de JosepYxart. Publicado en Barcelona por la BibliotecaArteyLetrasen 1881.
Pero, aparte de los libros, producidos industrialmente por editoriales como Montaner y Simón –que tenía la sede donde está ahora la actual Fundación Tàpies–, Espasa Hermanos, Salvat, y talleres como la Imprenta de Josep Thomas, El Adelanto u Oliva de Vilanova, en la exposición encontraremos muchos originales de ilustradores como Adrià Gual o Apel·les Mestres –algunos nunca expuestos–, diseños de encuadernaciones y carteles.
Los mejores artistas de Cataluña trabajaban al servicio de una imagen que, a partir de entonces, adquiriría tanta o más importancia que el texto.
Fue un momento glorioso: se diseñaban nuevas tipografías, las portadas de los libros eran verdaderos ejercicios de virtuosismo, los mejores artistas de Cataluña trabajaban al servicio de una imagen que, a partir de entonces, adquiría tanta o más importancia que el texto. A veces, incluso, espíritus polifacéticos como Santiago Rusiñol o Apel·les Mestres escribían poemarios y los ilustraban, en un afán de crear la obra de arte total.
La ventaja del libro respecto de otras artes plásticas es que al tener que sostenerlo con las manos, cerca del rostro, nos transmite, además de la evidente objetualidad física, una sensación de intimidad difícil de superar. Es como si nos pudiéramos fundir con la belleza. Una belleza impresionante que, ahora nos damos cuenta, siempre hemos tenido al alcance.
Els dos moments més puixants de l’art català són el gòtic i el modernisme. Dos moments, també, de florida econòmica, cultural i nacional.
La Catalunya industrial de finals del segle XIX va alimentar una burgesia necessitada de símbols d’estatus: nous edificis a l’Eixample Barcelonès, pintura de temes amables per a les noves llars, mobiliari exuberant, voluptuoses arts decoratives… i llibres.
Fragment de la coberta del llibre Boires baixes, amb textos de Josep Maria Roviralta, partitures d’Enric Granados i il·lustracions de Lluís Bonnín. Editat per Oliva de Vilanova el 1902, es tracta d’un dels volums més apreciats de la bibliofília catalana.
I és que una de les indústries més potents de Barcelona, l’editorial, creix de manera exponencial en plena revolució de les tecnologies de la reproducció d’imatges. Especialment, la cromolitografia i el fotogravat. Una indústria que va créixer en el mercat llatinoamericà i que, encara avui, és emblemàtica de la Ciutat Comtal.
Aquest ric univers, que inclou alta bibliofília, ex-libris, riques enquadernacions, col·leccions populars, i exemplars bellíssimament il·lustrats, es pot admirar en l’exposició El llibre català en temps del modernisme, comissariada per Aitor Quiney i Eliseu Trenc al Museu de Maricel.
Les exposicions de llibres són una mica frustrants: no podem passar les pàgines dels exemplars i, per tant, només podem admirar una petita porció d’allò que se’ns hi presenta. D’altra banda, però, podem descobrir tresors que, en una llibreria de vell o en un comerç en línia, valen entre 10 i 100 euros. O sigui, la possibilitat de tenir bellíssimes obres d’art modernista a l’abast.
Coberta del llibre Fortuny. Noticia biogràfica y crítica, de Josep Yxart. Publicat a Barcelona per la Biblioteca Arte y Letras el 1881.
Però apart dels llibres, produïts industrialment per editorials com Montaner y Simón –que tenia la seu on hi ha ara l’actual Fundació Tàpies–, Espasa Hermanos, Salvat, i tallers com la Impremta de Josep Thomas, L’Avenç o Oliva de Vilanova, en l’exposició hi trobarem molts originals d’il·lustradors com Adrià Gual o Apel·les Mestres –algunes mai exposades–, dissenys d’enquadernacions i cartells.
Els millors artistes de Catalunya treballaven al servei d’una imatge que, a partir d’aleshores, adquiriria tanta o més importància que el text.
Va ser un moment gloriós: es dissenyaven noves tipografies, les portades dels llibres eren veritables exercicis de virtuosisme, els millors artistes de Catalunya treballaven al servei d’una imatge que, a partir d’aleshores, adquiria tanta o més importància que el text. De vegades, fins i tot, esperits polifacètics com Santiago Rusiñol o Apel·les Mestres escrivien poemaris i els il·lustraven, en un afany de crear l’obra d’art total.
L’avantatge del llibre respecte d’altres arts plàstiques, és que en haver-lo de tenir a les mans, a prop del rostre, ens transmet, a més de l’evident objectualitat física, una sensació d’intimitat difícil de superar. És com si ens poguéssim confondre amb la bellesa. Una bellesa impressionant que, ara ens n’adonem, sempre hem tingut a l’abast.
Abans no acabi l’any de la commemoració del centenari de la mort d’Alexandre de Riquer (1856 – 1920), deixem-nos seduir per la seva proposta estètica, en la qual hi palpita un alè espiritual.
Figura gegantina en el marc del Modernisme, aquest pintor, poeta i artesà ofereix la llum del seu art al nostre segle entre el postmodern i el que està per venir, en l’era més tecnificada i robotitzada de la humanitat.
Riqueriana inspirada en l’ex-libris Miquel Utrillo.
Un aspecte a explorar de l’art d’Alexandre de Riquer és la influència del japonisme en la seva obra. Atractiu que ha impulsat el seu estudi en l’àmbit acadèmic. Aquesta mateixa seducció ha esperonat una delicada obra artística que hi dialoga: els ikebanes elaborats per Roser Pintó inspirats en obres d’Alexandre de Riquer.
Roser Pintó (Barcelona, 1955) ha estat Directora de la Unitat Gràfica de la Biblioteca de Catalunya. Actualment és la presidenta de l’Associació Internacional Duana de les Arts (AIDA), associació que té com a finalitat el foment de l’art i la literatura. L’any 2017, Pintó va publicar Transferències (Parnass Ediciones), un llibre de poemes en el qual l’autora inclou una selecta col·lecció de tankes i haikus que respiren el mateix esperit que els seus ikebanes.
Riqueriana inspirada en una coberta de la revista Luz, 1898.
Per introduir-nos en el tema, recordem la periodista Claude Mandraut quan afirma que «el japonisme va encendre la imaginació quan el Japó es va obrir als intercanvis l’any 1854». La imaginació dels artistes del món occidental, que en aquell temps estaven estancats en l’academicisme. La consagració del japonisme va arribar amb la profunda impressió que va causar el pavelló japonès a l’Exposició Universal de París l’any 1878. Aleshores, el públic ja començava a ser receptiu a una estètica que havia dut «els artistes a descobrir la natura com a font d’inspiració: animals, insectes o flors en el seu element natural», diu Mandraut.
Fatigats de les regles que imposava l’acadèmia, els artistes amb instint renovador de seguida es van sentir «fascinats per la capacitat dels japonesos per captar el moviment amb el traç del llapis, per oblidar els efectes de la perspectiva, per permetre’s l’asimetria i per situar els temes amb tota llibertat».
Riqueriana inspirada en el cartell Gran Salón del Pedal, 1897.
El terme “japonisme” va ser utilitzat per primera vegada l’any 1872 pel crític Philippe Burty. Una barreja d’estil gòtic i de japonisme caracteritza l’Art Nouveau o Modern Style, moviment que a Catalunya va prendre el nom de Modernisme. Alexandre de Riquer, dibuixant excel·lent que va beure de les fonts prerafaelites i del japonisme, és un destacat representant de les Arts Decoratives del Modernisme.
Riquer es va sentir atret per aquest estil «antirealista» en «paral·lel a la temàtica simbolista idealista», escriu l’estudiós Eliseu Trenc, el qual posa la data de 1895 a aquest canvi d’estil en l’obra riqueriana amb el qual va obtenir un gran nivell artístic. En el mateix sentit es pronuncia l’estudiós Ricard Bru: «Artista representatiu de l’època del modernisme i, al mateix temps, un mirall dels gustos estètics del seu temps, (…) la presència de l’art japonès i l’impacte del japonisme (…) va tenir també un efecte evident i ben palès en els interessos i la trajectòria d’Alexandre de Riquer, fins al punt que una part destacada de la seva obra no es pot comprendre sense tenir present la fascinació que va professar per les arts del Japó».
Riqueriana inspirada en el cartell Mosaicos Hidráulicos Órsola Solà y Cia., 1898.
Tot comentant l’ex-libris a nom de «Paquita» (Francesca Bonnemaison), en un altre lloc he escrit que, influït per l’estètica japonesa proposada per James A. MacNeill Whistler, «en els seus treballs, Alexandre de Riquer també adopta amb entusiasme les composicions verticals (makemono), que són pròpies de les arts del Japó, així com la simbologia vegetal (ikebana). I fa ús de les tintes planes i també dels dibuixos perfilats, tal com es veuen en les xilografies d’Hokusai, a qui tant va admirar».
Tot prenent com a inspiració la composició vertical o makemono i la simbologia vegetal de l’ikebana, Alexandre de Riquer va dissenyar l’ex-libris amb el nom familiar de «Paquita» en el qual apareix el dibuix d’una d’una rosella. La bellesa senzilla i estilitzada d’aquest ex-libris de l’any 1902 és d’una modernitat que el fa intemporal.
L’atracció dels modernistes pel Japó i el japonisme s’ha mantingut en el temps.
L’atracció dels modernistes pel Japó i el japonisme s’ha mantingut en el temps, impregnant també el camp de la literatura amb el conreu de la tanka i l’haiku, que a Catalunya de seguida va tenir seguidors. En aquest sentit, escriu Enric Balaguer sobre les «ressonàncies orientals» en la nostra literatura: «Al llarg del segle XX, hem viscut una gran onada d’importacions orientals de factura molt diversa: religiosa, espiritual, mèdica, psicològica, dietètica…».
Tant en el camp de l’art i de les arts gràfiques com de la literatura, aquestes ressonàncies i influències són font d’inspiració també en el camp de les arts florals com l’ikebana, mot que significa «mantenir vives les flors», i que també és coneix com a Kado, o «el camí de les flors», una pràctica del budisme zen.
Riqueriana inspirada en el cartell Quarta Exposició del Circol de Sant Lluch, 1899.
L’ikebana, o l’art d’arranjar flors –si bé també es fan servir branques, fulles, fruits i llavors i té un propòsit estètic–, és fonamentalment un mètode de meditació que està connectat amb el pas de les estacions i els cicles de la vida. Qui practica l’ikebana se situa en aquesta dinàmica de l’art efímer, així com s’endinsa en la reflexió del temps. L’ikebana és una expressió creativa, si bé té unes lleis internes que regeixen la seva forma, sovint un triangle escalè definit per tres punts principals que simbolitzen el cel, la terra i la persona humana connectades. No menys important és la tria de la ceràmica situada a la base per completar l’harmonia de la composició. En l’actualitat, l’ikebana també pot ser una mostra d’art avantguardista, trencador i explorador de noves formes com es veu en algunes de les realitzacions de Roser Pintó amb les seves riquerianes, com anomena les seves ikebanes en homenatge als motius florals en les obres gràfiques d’Alexandre de Riquer.
Cal un sentit natural de l’espai en l’arranjament d’un ikebana, en paral·lel a una actitud adequada per transitar aquest «camí de les flors». Talents que es donen en el càlid i serè temperament artístic de Roser Pintó. Així, s’ha donat una feliç correspondència entre Riquer i Pintó, que a través de l’elaboració dels seus ikebanes ha creat un conjunt de formes artístiques d’una subtil espiritualitat que posa l’accent en la manifestació d’una imatge minimalista que casa tradició i modernitat en harmonia.
A través d’un llenguatge artístic subtil i elegant, Riquer –un artista de l’Art Modern que també va conrear la poesia–, i Pintó –una artista poeta contemporània–; amb un objecte floral pintat o orgànic comuniquen a l’espectador l’humà i el diví de la natura, l’esperit que hi alena.
Antes de que acabe el año de la conmemoración del centenario de la muerte de Alexandre de Riquer (1856 – 1920), dejémonos seducir por su propuesta estética, en la que palpita un aliento espiritual.
Figura gigantesca en el marco del Modernismo, este pintor, poeta y artesano ofrece la luz de su arte a nuestro siglo entre lo posmoderno y lo que está por venir, en la era más tecnificada y robotizada de la humanidad.
Riqueriana inspirada en el exlibris Miquel Utrillo.
Un aspecto a explorar del arte de Alexandre de Riquer es la influencia del japonismo en su obra. Atractivo que ha impulsado su estudio en el ámbito académico. Esta misma seducción ha espoleado una delicada obra artística que dialoga: los ikebanas elaborados por Roser Pintó inspirados en obras de Alexandre de Riquer.
Roser Pintó (Barcelona, 1955) ha sido directora de la Unidad Gráfica de la Biblioteca de Cataluña. Actualmente es la presidenta de la Asociación Internacional Aduana de las Artes (AIDA), asociación que tiene como finalidad el fomento del arte y la literatura. El año 2017, Pintó publicó Transferències (Parnass Ediciones), un libro de poemas en el que la autora incluye una selecta colección de tankas y haikus que respiran el mismo espíritu que sus ikebanas.
Riqueriana inspirada en la portada de la revista Luz, 1898.
Para introducirnos en el tema, recordemos a la periodista Claude Mandraut cuando afirma que «el japonismo encendió la imaginación cuando Japón se abrió a los intercambios en 1854». La imaginación de los artistas del mundo occidental, que en aquella época estaban estancados en el academicismo. La consagración del japonismo llegó con la profunda impresión que causó el pabellón japonés en la Exposición Universal de París en 1878. Entonces, el público ya empezaba a ser receptivo a una estética que había llevado a «los artistas a descubrir la naturaleza como fuente de inspiración: animales, insectos o flores en su elemento natural», dice Mandraut.
Fatigados de las reglas que imponía la academia, los artistas con instinto renovador enseguida se sintieron «fascinados por la capacidad de los japoneses para captar el movimiento con el trazo del lápiz, por olvidar los efectos de la perspectiva, por permitirse la asimetría y por situar los temas con toda libertad».
Riqueriana inspirada en el cartel del Salón del Pedal, 1897.
El término «japonismo» fue utilizado por primera vez en 1872 por el crítico Philippe Burty. Una mezcla de estilo gótico y de japonismo caracteriza el Art Nouveau o Modern Style, movimiento que en Cataluña tomó el nombre de Modernismo. Alexandre de Riquer, dibujante excelente que bebió de las fuentes prerrafaelitas y del japonismo, es un destacado representante de las Artes Decorativas del Modernismo.
Riquer se sintió atraído por este estilo «antirrealista» en «paralelo a la temática simbolista idealista», escribe el estudioso Eliseu Trenc, el cual pone la fecha de 1895 a este cambio de estilo en la obra riqueriana con el que obtuvo un gran nivel artístico. En el mismo sentido se pronuncia el estudioso Ricard Bru: «Artista representativo de la época del modernismo y, al mismo tiempo, un espejo de los gustos estéticos de su tiempo, (…) la presencia del arte japonés y el impacto del japonismo (…) tuvo también un efecto evidente y bien patente en los intereses y la trayectoria de Alexandre de Riquer, hasta el punto de que una parte destacada de su obra no se puede comprender sin tener presente la fascinación que profesó por las artes de Japón».
Riqueriana inspirada en el cartel Mosaicos hidráulicos Órsola Solà y Cia., 1898.
Comentando el ex libris a nombre de «Paquita» (Francesca Bonnemaison), en otro lugar he escrito que, influido por la estética japonesa propuesta por James A. MacNeill Whistler, «en sus trabajos, Alexandre de Riquer también adopta con entusiasmo las composiciones verticales (makemono), que son propias de las artes de Japón, así como la simbología vegetal (ikebana). Y hace uso de las tintas planas y también de los dibujos perfilados, tal como se ven en las xilografías de Hokusai, a quien tanto admiró».
Tomando como inspiración la composición vertical o makemono y la simbología vegetal del ikebana, Alexandre de Riquer diseñó el ex libris con el nombre familiar de «Paquita» en el que aparece el dibujo de una de una amapola. La belleza sencilla y estilizada de este ex libris de 1902 es de una modernidad que lo hace intemporal.
La atracción de los modernistas por Japón y el japonismo se ha mantenido en el tiempo.
La atracción de los modernistas por Japón y el japonismo se ha mantenido en el tiempo, impregnando también el campo de la literatura con el cultivo de la tanka y el haiku, que en Cataluña enseguida tuvo seguidores. En este sentido, escribe Enric Balaguer sobre las «resonancias orientales» en nuestra literatura: «A lo largo del siglo XX, hemos vivido una gran ola de importaciones orientales de factura muy diversa: religiosa, espiritual, médica, psicológica, dietética…».
Tanto en el campo del arte y de las artes gráficas como en el de la literatura, estas resonancias e influencias son fuente de inspiración también en el campo de las artes florales como el ikebana, palabra que significa «mantener vivas las flores», y que también se conoce como Kado, o «el camino de las flores», una práctica del budismo zen.
Riqueriana inspirada en el cartel Quarta Exposició del Círcol de Sant Lluc, 1899.
El ikebana, o el arte de arreglar flores –si bien también se utilizan ramas, hojas, frutos y semillas y tiene un propósito estético–, es fundamentalmente un método de meditación que está conectado con el paso de las estaciones y los ciclos de la vida. Quien practica el ikebana se sitúa en esta dinámica del arte efímero, así como también se adentra en la reflexión del tiempo. El ikebana es una expresión creativa, si bien tiene unas leyes internas que rigen su forma, a menudo un triángulo escaleno definido por tres puntos principales que simbolizan el cielo, la tierra y la persona humana conectadas. No menos importante es la elección de la cerámica situada en la base para completar la armonía de la composición. En la actualidad, el ikebana también puede ser una muestra de arte vanguardista, rompedor y explorador de nuevas formas, como se ve en algunas de las realizaciones de Roser Pintó con sus riquerianes, como llama a sus ikebanas en homenaje a los motivos florales en las obras gráficas de Alexandre de Riquer.
Hace falta un sentido natural del espacio en el arreglo de un ikebana, en paralelo a una actitud adecuada para transitar este «camino de las flores». Talentos que se dan en el cálido y sereno temperamento artístico de Roser Pintó. Así, se ha dado una feliz correspondencia entre Riquer y Pintó, que a través de la elaboración de sus ikebanas ha creado un conjunto de formas artísticas de una sutil espiritualidad que hace hincapié en la manifestación de una imagen minimalista que casa tradición y modernidad en armonía.
A través de un lenguaje artístico sutil y elegante, Riquer –un artista del Arte Moderno que también cultivó la poesía–, y Pintó –una artista poeta contemporánea–; con un objeto floral pintado u orgánico comunican al espectador lo humano y lo divino de la naturaleza, el espíritu que en ella respira.
La galería de arte Artur Ramon acaba el año con El enigma de la mirada, una exposición centrada en el retrato, concretamente en el misterio que se esconde detrás los rostros.
La muestra reúne obras del fondo de la galería, desde el siglo XVIII hasta la actualidad, con el objetivo de establecer un diálogo en el que la mirada, convertida en eje temático, interpela desde el silencio.
Henry Moore, Man and Woman, 1978.
El abanico de artistas expuestos es amplio, así como las diversas técnicas, que se mueven entre la pintura, el dibujo, la escultura y la fotografía.
A lo largo de los siglos, muchos artistas han sabido captar el trasfondo existencial que habita el rostro. En este sentido, el recorrido propone, dejando a un lado cronologías y estilos, un cara a cara entre los distintos retratados y el espectador. Hay que hacer mención de Manuel Ángeles Ortiz que, en una de las pinturas más interesantes de la exposición, recoge la mirada entrecortada y vacilante de un joven sentado; de PereYsern Alié, que pinta los ojos penetrantes y oscuros de una mujer envuelta por un aura de misterio; de EduardoRosales, que esboza la presencia robusta de un hombre que en el fondo oculta una mirada débil; de AntoniClavé, que remarca una mirada tomada por un mundo interior convulso, o de ManoloHugué, que esculpe dos hoyos de tristeza en un rostro femenino de terracota.
A lo largo de los siglos, muchos artistas han sabido captar el trasfondo existencial que habita el rostro.
En todas las obras el rostro de los protagonistas se delata y acaba siendo mucho más que el conjunto de unos ojos, una barbilla, una boca, una frente y una nariz, para convertirse en expresión y lenguaje. Por eso, a menudo, el retratado queda, al margen de su intencionalidad, a cuerpo descubierto. Con todo, la exposición traza una red de miradas, externas e internas, que se interpelan y que vinculan al artista, al retratado y al espectador en un continuo juego de encuentros.
Humberto Rivas, María, 1978.
Artur Ramon ha recuperado los retratos de su cajón de sastre, y no solo se ha limitado a exponerlos, sino que, desmarcándose del relato historicista ya conocido, los ha repensado desde dentro. Tan solo así ha podido indagar en la intimidad reveladora del rostro, y corroborar que en la mirada se concentran los secretos más profundos.
La exposición El enigma de la mirada se puede visitar a Artur RamonArt, de Barcelona, hasta el 26 de febrero.
La galeria d’art Artur Ramon acaba l’any amb L’enigma de la mirada, una exposició centrada en el retrat, concretament en el misteri que s’amaga rere els rostres.
La mostra reuneix obres del fons de la galeria, des del segle XVIII fins a l’actualitat, amb l’objectiu d’establir un diàleg en el qual la mirada, convertida en eix temàtic, interpel·la des del silenci.
Henry Moore, Man and Woman, 1978.
El ventall d’artistes exposats és ampli així com les diverses tècniques, que es mouen entre la pintura, el dibuix, l’escultura i la fotografia.
Al llarg dels segles, molts artistes han sabut captar el rerefons existencial que habita el rostre. En aquest sentit, el recorregut proposa, deixant de banda cronologies i estils, un cara a cara entre els diferents retratats i l’espectador. Cal fer esment de Manuel Ángeles Ortiz que, en una de les pintures més interessants de l’exposició, recull la mirada entretallada i vacil·lant d’un jove assegut; de Pere Ysern Alié, que pinta els ulls penetrants i obscurs d’una dona embolcallada per una aura de misteri; d’Eduardo Rosales, que esbossa la presència robusta d’un home que en el fons oculta una mirada feble; d’Antoni Clavé, que remarca un esguard pres per un món interior convuls, o de Manolo Hugué, que esculpeix dos clots de tristesa en un rostre femení de terracota.
Al llarg dels segles, molts artistes han sabut captar el rerefons existencial que habita el rostre.
En totes les obres el rostre dels protagonistes es delata i acaba sent molt més que el conjunt d’uns ulls, una barbeta, una boca, un front i un nas, per esdevenir expressió i llenguatge. Per això, sovint, el retratat queda, al marge de la seva intencionalitat, al descobert. Amb tot, l’exposició traça una xarxa de mirades, externes i internes, que s’interpel·len i que vinculen l’artista, el retratat i l’espectador en un continu joc de trobades.
Humberto Rivas, María, 1978.
Artur Ramon ha recuperat els retrats del seu calaix de sastre, i no només s’ha limitat a exposar-los sinó que, desmarcant-se del relat historicista ja conegut, els ha repensat des de dins. Tan sols així ha pogut indagar en la intimitat reveladora del rostre i corroborar que en la mirada es concentren els secrets més profunds.
L’exposició L’enigma de la mirada es pot visitar a Artur Ramon Art, de Barcelona, fins al 26 de febrer.
A genius well aware of his gift, a rebellious man and also one committed to the ideas of liberty and fraternity, untameable, arrogant and independent, and above all the composer of an eternal musical oeuvre.
The 16 December was the 250th anniversary of the birth of Ludwig van Beethoven (1770-1827), and the ”La Caixa” Foundation has taken the occasion to pay homage to the life and work of one of the greatest composers in history with the dramatized concert Beethoven 250, directed by Josep Pons, uploaded through the Àgora of the CaixaForum and also available on Youtube.
For an hour and 18 minutes this concert, with a clearly pedagogic intention, takes us through the details of the composer’s life, from his beginnings marked by the difficulty of moving forward and very little on which to live, to his complete success and recognition throughout Europe, thanks to his immense talent and extreme dedication to his music. Along the way we also find out about the problems and shadows in his biography, such as his difficult character and the bitterness he held at becoming deaf so young – something that, however, did not impede his work which he carried out with an admirable spirit of overcoming. “Beethoven continues to surprise because he talks of universal values. At the centre of his work there is a human being”, says the director Josep Pons.
The show, written by Albert Gumí and David Puertas with stage direction by Anna Llopart, combines the music with a narration by three actors, Xavier Ruano, Borja Espinosa and Quim Àvila about the life of the composer. There are episodes of his beginnings as a composer of popular music to be able to eat, such as the famous Septet in E flat major, as well as piano duels – a kind of musical slam that was very popular at that time – with other musicians which Beethoven always ended up winning thanks to his extreme virtuosity as a pianist. There are also stories of his passionate but frustrated love life with impossible, hidden and difficult loves such as the Immortal Beloved – a mysterious and unidentified woman who we know about thanks to a beautiful letter that was found among the composer’s musical scores on his death. The letter was either never sent or returned to sender.
The concert does not leave out Beethoven’s commitment to the ideas of liberty and fraternity.
The concert does not leave out Beethoven’s commitment to the ideas of liberty and fraternity, which are passed to one of his most famous symphonies – the Ninth – culminating in the Ode to Joy inspired by the words of Friedrich von Schiller, and currently the official anthem of the European Union. The first performance of the Ninth Symphony was Beethoven’s last appearance in a concert hall, where now completely deaf, he conducted at the side of the conductor of the orchestra. When the piece finished he continued to mark the tempo until someone suggested he turn to see the great ovation of the audience. The majestic fourth movement of the symphony is performed at the end of the concert.
Other works by Beethoven performed during the concert are a fragment of the Pastoral Symphony, the Concert for Piano no. 5 “Emperor”, and the Moonlight Sonata. The music is performed by the Camera Musicae Symphonic Orchestra and the Barcelona Ars Nova and Coro Madrigal choirs. The participation of pianists Daniel Ligorio and Miquel Massana is particularly worth mentioning.
Geni conscient del seu do, home rebel i compromès amb els ideals de llibertat i fraternitat, indomable, arrogant i independent, i sobretot autor d’una obra musical eterna.
El passat 16 de desembre es va complir el 250 aniversari del naixement del compositor Ludwig van Beethoven (1770-1827), i per aquesta raó la Fundació ”La Caixa” ha volgut homenatjar la vida i obra d’un dels grans compositors de la història amb un concert teatralitzat, Beethoven 250, dirigit per Josep Pons, que ha penjat a la xarxa a través de l’Àgora de CaixaForum i que també està disponible a Youtube.
Al llarg d’una hora i 18 minuts, el concert, amb un clara intenció pedagògica, repassa els detalls de la vida del músic, des dels seus inicis, marcats per les dificultats per tirar endavant i amb prou feines sobreviure, fins a, gràcies al seu talent immens i a la seva dedicació extrema a la música, arribar a l’èxit i el reconeixement absolut a tot Europa. Pel camí s’expliquen també les dificultats i ombres de la seva biografia, com el seu caràcter difícil i l’amargor que li va provocar quedar-se sord ben jove, que malgrat tot, no li va impedir seguir treballant, amb un esperit de superació admirable. “Beethoven ens continua sorprenent perquè parla de valors universals. Al centre de la seva obra hi ha l’ésser humà”, diu el director Josep Pons.
L’espectacle, amb un guió escrit per Albert Gumí i David Puertas i la direcció escènica d’Anna Llopart, combina la música amb la narració per part de tres actors -Xavier Ruano, Borja Espinosa i Quim Àvila- de la vida de l’artista. Es recorden episodis com els seus inicis composant música popular per poder sobreviure -com el cèlebre Minuet del Septet en mi bemoll-; es recreen els duels pianístics –una mena de competicions musicals que eren molt populars a l’època– amb d’altres músics que Beethoven sempre acabava guanyant gràcies al seu virtuosisme extrem com a pianista; o es parla de la seva vida sentimental apassionada però frustrada per amors impossibles, furtius i difícils com, per exemple, l’“Estimada immortal”, una dama misteriosa de qui se’n desconeix la identitat i que coneixem gràcies a una preciosa carta que es va trobar entre els papers del músic a la seva mort, que no va ser enviada mai o potser retornada per la seva destinatària.
El concert no oblida el compromís de Beethoven a favor dels ideals de llibertat i fraternitat.
El concert no oblida el compromís de Beethoven a favor dels ideals de llibertat i fraternitat, que va traspassar sobretot a una de les seves simfonies més famoses, La Novena, que culmina amb l’Himne a l’alegria, inspirat pels versos de Friedrich von Schiller, actualment himne oficial de la Unió Europea. L’estrena de la Novena Simfonia va suposar la darrera aparició de Beethoven en una sala de concerts, dirigint, completament sord, al costat del director d’orquestra. A l’acabar la peça ell continuava marcant el pols, fins que algú el va advertir que es girés perquè pogués veure la immensa ovació del públic. El majestuós quart moviment de la simfonia s’ofereix al complet al final del concert.
Altres obres de Beethoven que s’interpreten al concert són un fragment de la Pastoral, del concert per a piano núm. 5 “Emperador”, o del Clar de Lluna. Les peces musicals estan interpretades per l’Orquestra Simfònica Camera Musicae i els cors Barcelona Ars Nova i Coro Madrigal. Cal destacar la participació dels pianistes Daniel Ligorio i Miquel Massana.
Genio consciente de su don, hombre rebelde y comprometido con los ideales de libertad y fraternidad, indomable, arrogante e independiente, y sobre todo autor de una obra musical eterna.
El pasado 16 de diciembre se cumplió el 250 aniversario del nacimiento del compositor Ludwig van Beethoven (1770-1827) y por esta razón la Fundación ”La Caixa” ha querido homenajear la vida y obra de uno de los grandes compositores de la historia con un concierto teatralizado, Beethoven 250, dirigido por Josep Pons, que ha colgado en la red a través del Ágora de CaixaForum y que también está disponible en Youtube.
A lo largo de una hora y 18 minutos, el concierto, con un clara intención pedagógica, repasa los detalles de la vida del músico, desde sus inicios, marcados por las dificultades para salir adelante y apenas sobrevivir, hasta, gracias a su talento inmenso y su dedicación extrema a la música, llegar al éxito y reconocimiento absoluto en toda Europa. Por el camino se explican también las dificultades y sombras de su biografía como su carácter difícil y la amargura que le provocó quedarse sordo muy joven, que a pesar de todo, no le impidió seguir trabajando, con un espíritu de superación admirable. “Beethoven nos sigue sorprendiendo porque habla de valores universales. En el centro de su obra está el ser humano”, dice el director Josep Pons.
El espectáculo, con un guión escrito por Albert Gumí y David Puertas y la dirección escénica de Anna Llopart, combina la música con la narración por parte de tres actores -Xavier Ruano, Borja Espinosa y Quim Ávila- de la vida del artista. Se recuerdan episodios como sus inicios componiendo música popular para poder sobrevivir -como el célebre Minueto del Septeto en mi bemol-; se recrean los duelos pianísticos -una especie de competiciones musicales que eran muy populares en la época- con otros músicos que Beethoven siempre acababa ganando gracias a su virtuosismo extremo como pianista; o se habla de su vida sentimental apasionada pero frustrada por amores imposibles, furtivos y difíciles como, por ejemplo, la “Amada inmortal”, una dama misteriosa de quien se desconoce su identidad y que conocemos gracias a una preciosa carta que se encontró entre los papeles del músico a su muerte, que no fue enviada nunca o quizás devuelta por su destinataria.
El concierto no olvida el compromiso de Beethoven a favor de los ideales de libertad y fraternidad.
El concierto no olvida el compromiso de Beethoven a favor de los ideales de libertad y fraternidad, que traspasó sobre todo a una de sus sinfonías más famosas, La Novena, que culmina con el Himno a la alegría, inspirado por los versos de Friedrich von Schiller, actualmente himno oficial de la Unión Europea. El estreno de la Novena Sinfonía supuso la última aparición de Beethoven en una sala de conciertos, dirigiendo, completamente sordo, junto al director de orquesta. Al terminar la pieza él continuaba marcando el pulso, hasta que alguien le advirtió que se girara para que pudiera ver la inmensa ovación del público. El majestuoso cuarto movimiento de la sinfonía se ofrece al completo al final del concierto.
Otras obras de Beethoven que se interpretan en el concierto son un fragmento de la Pastoral, del concierto para piano núm. 5 “Emperador”, o del Claro de Luna. Las piezas musicales están interpretadas por la Orquesta Sinfónica Camera Musicae y los coros Barcelona Ars Nova y Coro Madrigal. Cabe destacar la participación de los pianistas Daniel Ligorio y Miquel Massana.
No hi ha res com la rutina. Cada dia sopo a la cuina a la mateixa hora.
M’agrada mirar l’edifici del davant, un bloc anodí de pisos de luxe de Nuñez y Navarro, que es lloguen a preu d’or, amb piscina al terrat i tot. Quan vam venir a viure-hi fa uns deu anys, des d’aquí vèiem a la primavera com queia el dia a la serra de Collserola, turons com sortits d’un paisatge de Bellini.
«El pis que dona al davant de la finestra de la meva cuina fa anys que està buit».
Ara he passat de la poètica de la pintura antiga veneciana a la realitat del maó postmodern. El pis que dona al davant de la finestra de la meva cuina fa anys que està buit: parets d’un blanc trencat tirant a gris, parquet daurat, llum taronja. Des de casa veig una cantonada del que deu ser el menjador; és de vidre com la proa d’un vaixell. No l’han pogut llogar (em diuen que la promotora no els vol vendre). Sobre les deu de la nit, mentre vaig apurant un iogurt Danone ensucrat, apareix un home d’uns quaranta anys, de pell blanca, complexió robusta i vestit amb bata blava de porter, que d’un sol cop corre les cortines. Abans, però, em mira amb un ulls tristos que ja no brillen sobre un morrió blanc com el bec d’un ocell exòtic: sembla que en qualsevol moment obrirà la finestra i es posarà a volar.
Quan arriba la nit el temps no es condensa en el rellotge sinó en la finestra del davant. Començo a sopar veient l’espai buit, sense llibres, ni quadres, sense vida, com la majoria de cases actuals on sembla que hagin entrat a robar, i a les deu en punt arriba l’home-ocell, diligent com pocs, i d’un sol gest ho deixa tot fosc. I així han passat els dos mesos de confinament i els nou que portem dins del túnel sense llum, i ell mai no ha fallat, ni un sol dia, ni s’ha retardat un sol minut, deu d’haver-hi un alemany darrera aquesta màscara que em mira però no em saluda. De dia m’he apropat a la porteria, per si el reconeixia, però el que hi ha al matí és un altre, més gros i de pell bruna, que acaricia els carrers amb l’escombra com un ós, mandrós com és. En resum, el meu mestre de cerimònies fa el torn de nit com si fos el teloner d’una obra de l’absurd.
Enguany a casa no hi hem celebrat la Nit de Nadal com cal.
Enguany a casa no hi hem celebrat la Nit de Nadal com cal o com ho havíem fet sempre, tota la família junta, seguint el far del Procicat. Hem sopat tots cinc un àpat frugal però saborós, que ha anat transitant entre la nostàlgia pels absents i l’esperança d’un proper any que no pot ser pitjor que aquest. De fet, sí que pot ser-ho –tot el que va malament és susceptible d’anar a pitjor–, però ens enganyem i ens agafem al futur com un nàufrag a un flotador, o com el ramat a la vacuna. Com sopàvem al menjador no he seguit el ritual del pis del davant, però quan ja recollíem els plats m’he adonat que eren quarts de dotze i que avui no havien tancat les cortines. He pensat que, sent la Nit de Nadal, el meu amic tindria festa i estaria celebrant-ho a casa seva seguint escrupolosament, prussià com és, tot el protocol de seguretat que els nostres governants eficaçment i sense titubejos han establert, mentre el pis quedaria, sense la cortina, exposat a les mirades curioses de la nit.
De sobte, com portada per un mecanisme automàtic la cortina s’ha corregut. M’hi he fixat bé i ningú l’havia tancada. Al cap d’uns minuts, s’ha tornat a obrir mecànicament i he vist una taula ben parada amb unes persones guarnides per a l’ocasió tot sopant. He intuït que prenien uns galets d’aquells grossos nedant en un brou dens. La llum havia canviat i ja no queia a raig, sinó dramàticament amb clara intenció escenogràfica. Del sostre penjava una làmpada de La Granja i a la paret del fons hi havia un Paisatge amb un cementiri perfectament atribuïble a Modest Urgell. No hi havia nens. Tots eren adults. Ningú duia la mascareta posada, ni guardaven la sagrada distància de seguretat, semblaven feliços com si habitessin el món d’ahir. M’ha semblat veure a Juan Luna, conservador del Museu del Prado, que reia al costat de Maradona –l’he reconegut pel seu posat petrificat de buda absent. A prop hi havia l’ex defensa del Madrid Goyo Benito i l’expresident Lorenzo Sanz que brindaven, cofois, amb xampany francés. Al seu davant estava el Joaquín, el cambrer de Casa Alfonso que li comentava alguna cosa a la mare d’un amic meu. I d’altres persones que no he reconegut fins a formar un grup de més de deu, serien uns dotze, calculo. Els seus rostres transmetien la pau serena d’una vida nova, possiblement eterna. En un costat, presidia la taula l’expresident francés Valéry Giscard d’Estaing amb el seu posat estirat de cadàver distingit, que gesticulava un discurs que ningú no escoltava. Mentre que, en l’altre costat de la taula, era la Lucia Bosé qui presidia, amb els seus cabells blaus i el carisma de diva italiana que no l’abandonà mai. Els he saludat des de casa i no em veien o no volien veure’m, estaven dins d’una sola bombolla com sortida del Bosco, tot celebrant el Nadal ençà i enllà del temps…
Quan m’he despertat el patogen encara era allí.
He anat directament a la finestra de la cuina, i la darrera imatge de la nit ja s’havia esvaït, com el pitjor malson de la nostra vida.
No hay nada como la rutina. Cada día ceno en la cocina a la misma hora.
Me gusta mirar el edificio de enfrente, un bloque anodino de pisos de lujo de Nuñez y Navarro, que se alquilan a precio de oro, con piscina en la azotea y todo. Cuando vinimos a vivir hace unos diez años, desde aquí veíamos en la primavera cómo caía el día en la sierra de Collserola, cerros como salidos de un paisaje de Bellini.
«El piso que da enfrente de la ventana de mi cocina hace años que está vacío».
Ahora he pasado de la poética de la pintura antigua veneciana a la realidad del ladrillo posmoderno. El piso que da enfrente de la ventana de mi cocina hace años que está vacío: paredes de un blanco roto tirando a gris, parqué dorado, luz naranja. Desde casa veo una esquina de lo que debe de ser el comedor; es de vidrio como la proa de un barco. No lo han podido alquilar (me dicen que la promotora no los quiere vender). Sobre las diez de la noche, mientras voy apurando un yogur Danone azucarado, aparece un hombre de unos cuarenta años, de piel blanca, complexión robusta y traje con bata azul de portero, que de un solo golpe corre las cortinas. Antes, sin embargo, me mira con un ojos tristes que ya no brillan sobre un bozal blanco como el pico de un pájaro exótico: parece que en cualquier momento abrirá la ventana y se pondrá a volar.
Cuando llega la noche el tiempo no se condensa en el reloj sino en la ventana de enfrente. Empiezo a cenar viendo el espacio vacío, sin libros, ni cuadros, sin vida, como la mayoría de casas actuales donde parece que hayan entrado a robar, y a las diez en punto llega el hombre-pájaro, diligente como pocos, y de un solo gesto lo deja todo oscuro. Y así han pasado los dos meses de confinamiento y los nueve que llevamos dentro del túnel sin luz, y él nunca ha fallado, ni un solo día, ni se ha retrasado un solo minuto, debe de haber un alemán detrás de esta máscara que me mira pero no me saluda. De día me he acercado a la portería, por si lo reconocía, pero el que hay por la mañana es otro, más gordo y de piel morena, que acaricia las calles con la escoba como un oso, perezoso como es. En resumen, mi maestro de ceremonias hace el turno por la noche como si fuera el telonero de una obra del absurdo.
Este año en casa no hemos celebrado la Noche de Navidad como es debido.
Este año en casa no hemos celebrado la Noche de Navidad como es debido o como lo habíamos hecho siempre, toda la familia junta, siguiendo el faro del Procicat. Hemos cenado los cinco una comida frugal pero sabrosa, que ha ido transitando entre la nostalgia por los ausentes y la esperanza de un próximo año que no puede ser peor que este. De hecho, sí que puede serlo –todo lo que va mal es susceptible de ir a peor–, pero nos engañamos y nos agarramos al futuro como un náufrago a un flotador, o como la manada a la vacuna. Como cenábamos en el comedor no he seguido el ritual del piso de enfrente, pero cuando ya recogíamos los platos me he dado cuenta que eran las once y media y que hoy no habían cerrado las cortinas. He pensado que, siendo la Noche de Navidad, mi amigo tendría fiesta y estaría celebrándolo en su casa siguiendo escrupulosamente, prusiano como es, todo el protocolo de seguridad que nuestros gobernantes eficazmente y sin titubeos han establecido, mientras el piso quedaría, sin la cortina, expuesto a las miradas curiosas de la noche.
De repente, como conducida por un mecanismo automático la cortina se ha corrido. Me he fijado bien y nadie la había cerrado. Al cabo de unos minutos, se ha vuelto a abrir mecánicamente y he visto una mesa bien puesta con unas personas arregladas para la ocasión, cenando. He intuido que tomaban unos galets de aquellos gordos nadando en un caldo denso. La luz había cambiado y ya no caía a chorro, sino dramáticamente con clara intención escenográfica. Del techo colgaba una lámpara de La Granja y en la pared del fondo había un Paisaje con un cementerio perfectamente atribuible a Modest Urgell. No había niños. Todos eran adultos. Nadie llevaba la mascarilla puesta, ni guardaban la sagrada distancia de seguridad, parecían felices como si habitaran el mundo de ayer. Me ha parecido ver a Juan Luna, conservador del Museo del Prado, que reía junto a Maradona –lo he reconocido por su ademán petrificado de buda ausente. Cerca estaba el ex defensa del Madrid Goyo Benito y el expresidente Lorenzo Sanz que brindaban, satisfechos, con champán francés. Delante suyo estaba Joaquín, el camarero de Casa Alfonso que le comentaba algo a la madre de un amigo mío. Y otras personas que no he reconocido hasta formar un grupo de más de diez, serían unos doce, calculo. Sus rostros transmitían la paz serena de una vida nueva, posiblemente eterna. A un lado, presidía la mesa el expresidente francés Valéry Giscard d’Estaing con su ademán estirado de cadáver distinguido, que gesticulaba un discurso que nadie escuchaba. Mientras que, al otro lado de la mesa, era Lucía Bosé quién presidía, con sus cabellos azules y el carisma de diva italiana que no abandonó nunca. Los he saludado desde casa y no me veían o no querían verme, estaban dentro de una sola burbuja como salida de Bosco, celebrando la Navidad acá y allá del tiempo…
Cuando me he despertado el patógeno todavía estaba allí.
He ido directamente a la ventana de la cocina, y la última imagen de la noche ya se había desvanecido, como la peor pesadilla de nuestra vida.
El pionero de la publicidad Pere Prat (1885-1962) afirmaba, en plena época de la sobreproducción industrial, que la publicidad «debía expresar las ventajas particulares de la marca o nombre de forma llamativa, a fin de crear y satisfacer necesidades, incitando a una adquisición».
Uno de los primeros empresarios catalanes que siguieron esta fórmula fue Manuel Malagrida, fundador del imperio tabaquero más importante de Argentina.
Cartell d’Aleardo Villa.
El indiano Malagrida desembarcó en Buenos Aires con 26 años y pocos céntimos en el bolsillo, pero una mezcla de espíritu emprendedor, olfato para los negocios (en Argentina el tabaco no era monopolio del estado, como sí ocurría en los países europeos) y una clara visión comercial le permitieron, en menos de una década, construir la mayor empresa tabacalera argentina.
Lo que le otorgó más renombre fue el uso de vistosas campañas publicitarias, que en sus inicios incluían los ruidosos carro-bombo y carro-cañón. Pero, sobre todo, hay que destacar la organización de dos concursos de carteles artísticos en 1900 y 1901, que dieron fama internacional a su marca más elitista: «Cigarrillos París».
En estos concursos participaron cientos de artistas, como Casas o A. Mucha, que cumplieron las bases: presentar originales con un tamaño determinado, no superar el uso de seis colores, y visibilizar el ingenioso eslogan: «Los Cigarrillos París son los mejores».
A partir de los carteles de los «Cigarrillos París», la exposición explora los inicios de la publicidad moderna.
La exposición, coorganizada con la Fundación Vila Casas, y comisariada por Ricard Mas, explora el mundo de la publicidad a través de la colección de más de cincuenta de estos carteles. El fondo proviene de la donación de la familia. Y, más allá de exponer las piezas, se adentra en las claves del lenguaje publicitario: compara las obras con publicaciones de la época, y analiza las características de los carteles a partir de la iconografía.
La elegancia de mujeres, la imagen de París, la insólita aparición de niños en la venta de un producto hoy demonizado o el análisis de la tipografía en pleno Modernismo son algunos de los temas tratados. Por cierto, ni Casas ni Mucha ganaron el concurso de 1901; el catalán quedó tercero, Mucha fue expulsado acusado de plagio, y el ganador fue el milanés Aleardo Villa, que evocaba en un elegante cartel una mujer sofisticada, medio embriagada por el tabaco, rodeada de adormideras opiáceas que insinuaban un viaje que iba… más allá del tabaco.
El pioner de la publicitat Pere Prat (1885-1962) afirmava, en plena època de la sobreproducció industrial, que la publicitat “havia d’expressar els avantatges particulars de la marca o nom de forma cridanera, a fi de crear i satisfer necessitats, tot incitant a una adquisició”.
Un dels primers empresaris catalans en seguir aquesta fórmula va ser Manuel Malagrida, fundador de l’imperi tabaquer més important de l’Argentina.
Cartell d’Aleardo Villa per al concurs dels “Cigarrillos París”. Foto: Museu de la Garrotxa, Olot.
L’indiano Malagrida desembarcà a Buenos Aires amb 26 anys i pocs cèntims a la butxaca, però una barreja d’esperit emprenedor, olfacte per als negocis (a l’Argentina el tabac no era monopoli de l’estat, com sí passava als països europeus) i una clara visió comercial li permeteren, en menys d’una dècada, de bastir la més gran empresa tabaquera argentina.
Allò que li atorgà més renom va ser l’ús de vistoses campanyes publicitàries, que en els seus inicis incloïen els sorollosos carro-bombo i carro-canó. Però, sobre tot, cal destacar l’organització de dos concursos de cartells artístics el 1900 i 1901, que donaren fama internacional a la seva marca més elitista: “Cigarrillos París”.
En aquests concursos hi participaren centenars d’artistes, com Casas o A. Mucha, que acompliren les bases: presentar originals amb una mida determinada, no superar l’ús de sis colors, i visibilitzar l’enginyós eslògan: “Los Cigarrillos París son los mejores”.
A partir dels cartells dels “Cigarrillos París”, l’exposició explora les beceroles de la publicitat moderna.
L’exposició, coorganitzada amb la Fundació Vila Casas, i comissariada per Ricard Mas, explora el món de la publicitat a través de la col·lecció de més de cinquanta d’aquests cartells. El fons prové de la donació de la família. I, més enllà d’exposar les peces, s’endinsa en les claus del llenguatge publicitari: compara les obres amb publicacions de l’època, i analitza les característiques dels cartells a partir de la iconografia.
L’elegància de dones, la imatge de París, la insòlita aparició d’infants en la venta d’un producte avui demonitzat o l’anàlisi de la tipografia en ple Modernisme són alguns dels temes tractats. Per cert, ni Casas ni Mucha guanyaren el concurs del 1901; el català quedà tercer, Mucha va ser expulsat acusat de plagi, i el guanyador va ser el milanès Aleardo Villa, que evocava en un elegant cartell una dona sofisticada, mig embriagada pel tabac, envoltada de cascalls opiacis que insinuaven un viatge que anava… més enllà del tabac.
El Magnánimo, qué personaje más formidable, qué historia más deslumbrante, más interesante, más admirable, insólita en la historia de Cataluña y del Mediterráneo.
Después de ir acumulando momentos difíciles, comprometidos, contradictorios, después de masa derrotas militares y fracasos colectivos en nuestra historia, he aquí una figura indiscutible que se sale con la suya, triunfante, magnificente, una personalidad fascinante a la vez por sus éxitos como por los misterios que también proyecta.
Fragmento del retrato de Alfons el Magnánimo.
Personalidad irrepetible que, pasado el tiempo, nunca se deja conocer por completo más allá de la leyenda, de la imagen épica de monarca modélico y, por tanto, distante en la administración del poder más absoluto y terrible, escurridizo y político, discreto como el silencio, ojo avizor, penetrante, príncipe atento, prudente, en una Italia fastuosa y desbordante, al tiempo bulímica de belleza artística en mitad del desastre siempre inminente.
Retrato del rey Alfonso IV el Magnánimo (V según el cómputo de Aragón), entre 1443 i 1450, atribuido a Isaia de Pisa por el historiador Joan Bellsolell Martínez. Bajorrelieve en placa de mármol blanco, 34,5 x 28 x 4,5 cm.
Alfonso V de Aragón, señor rey de Valencia, de Mallorca, de Sicilia, de Cerdeña, de Nápoles y conde de Barcelona, de la nueva casa cadete los de Antequera, dinastía castellana ambiciosa, pero acomodatícia, de incansables jinetes al galope que sobresale de entre toda la Trastamarada. Alfonso, príncipe astuto en la guerra y en la caza y, si hemos de creer a sus serviles admiradores, también poderoso atleta, lector atento, encarnación viviente de la serenidad y de la cortesía, también de la moderación en las pulsiones, del poder e ilustrado y renovador, de la generosidad ilimitada con los menos afortunados, de la inaudita independencia de criterio. Del hombre que sabe de dónde y viene a donde va, de lo que los historiadores han definido como el final de la edad media europea, un mundo que late en los márgenes geográficos del continente y que acaba penetrando, fecundando al renacimiento italiano del siglo XV, aportando a los fastos de la tradición transalpina del Giotto y de Mantegna el fasto de la tradición flamenca y borgoñona, la sofisticación de un gótico que redescubre el retrato individual y el individualismo, en política y como valor social.
Detalle del bajorrelieve. La Jarra es el emblema heráldico de los Trastámara.
Una palabra, una sola palabra tiene la capacidad de evocar e identificar a este complejo personaje. Magnánimo. Un ambicioso feudal hecho a sí mismo y que consigue definir, solo, él mismo, la imagen que deja para la historia, como después lo harán tantos y tantos dirigentes políticos, creadores y hombres de negocios, en el incipiente capitalismo mediterráneo que va de la creatividad individual de Dante Alighieri a la de Leonardo da Vinci. Hombre hecho a sí mismo como después lo serán todo de grandes magnates del capitalismo norteamericano del siglo XX, el rey Alfonso dibuja y lega su propia imagen histórica, confundiéndola con la de su época, casi como, según Andy Warhol y Salvador Dalí, Mao Zedong y Marilyn Monroe representaron mejor que nadie los tiempos de la Guerra Fría.
Anónimo, Alfonso el Magnánimo, Museo Arqueológico Nacional, Madrid, c. 1450. Mármol. Foto: Museo Arqueológico Nacional, colección en línea.
Lo que sabemos de la vida de Alfonso (Medina del Campo, Castilla, 1396 – Nápoles, 27 de junio de 1458) es suficiente para señalar un proyecto personal exitoso que, acaso, coincide con una determinada política de pervivencia catalana contra todas las adversidades. Más allá de las fantasías sobre el Compromiso de Caspe, Cataluña y el conjunto de la Corona de Aragón consiguen sobrevivir como estado dinástico, independiente y soberano, al margen de las fuerzas centrífugas de sus peligrosos vecinos, que son los viejos enemigos de siempre, las coronas de Francia y de Castilla. Gracias a grandes reyes extranjeros, como el Magnánimo, especialmente. Y como medio milenio antes, como en tiempos remotos de Almodis de la Marca (Toulouse c. 1020 – Barcelona, 1071), esposa de Ramón Berenguer I, por encima de todo esto, madre del Cabeza de Estopa, de Ramón Berenguer II, marido de Mahault de Apulia.
Antonio Pisano (Pisanello), Bustos de Alfonso el Magnánimo, Còdex Vallardi, Musée du Louvre, París, c. 1445.
Efectivamente, el rey Alfonso se da cuenta de que la única salida es el mar, siempre el mar, que la única posibilidad de sobrevivir es el viejo proyecto de Almodis, la primera gran matriarca, un camino que consiste en abrazarse a Italia, al sur de Italia. Por eso cuando el rey Alfonso entre triunfalmente, como señor y soberano, en la ciudad de Nápoles en 1443, proclama que no lo hace como conquistador, aunque haya sostenido una larga guerra contra los Anjou y el Papado. Lo hace como legítimo descendiente de la casa real de Nápoles. Como descendiente de aquella primera Mahault de Apulia, hija de Roberto Guiscardo, el aventurero normando, el Cid normando que recuperó de manos sarracenas el gran sur italiano. Como si se cumpliera una profecía política, los catalanes alcanzan el centro del Mediterráneo gracias al Magnánimo. Y gracias al buen rey el impulso italiano de la cultura catalana del siglo XV, al menos en bellas artes, arquitectura, literatura y música, lograrán una categoría, una calidad y un dinamismo inesperados, mucho más notables que el que Francia y Castilla son capaces elaborar en solitario. Los nombres de Jaume Huguet, Bernat Martorell, Lluís Dalmau, Guillem Sagrera, Ausiàs March, Jordi de Sant Jordi y Joanot Martorell permiten identificar detalladamaente este gran estallido de creatividad.
Alfonso forma parte de ese grupo familiar que protagonizó el golpe de Estado que conocemos como Compromiso de Caspe.
Alfonso el Magnánimo nos ha legado una imagen que, a veces, nos parece excesivamente positiva, como si las proezas de su biografía no fueran realmente excepcionales, como si hoy no nos deslumbrara a todos, en nuestro país, pero también en Italia, en toda Europa. Al margen de las formidables victorias militares, la suya es la trayectoria de un individuo dueño de su propio destino, al margen de las inercias sociales, del gregarismo consuetudinario que se reserva a un príncipe de sangre a finales de la Edad Media. Alfonso, inicialmente, y muy joven, forma parte de ese grupo familiar, compacto y coordinado, que protagonizó el golpe de Estado que conocemos como Compromiso de Caspe, un golpe de Estado dirigido por san Vicente Ferrer y que, en nombre del Vaticano, pretendía extirpar la presencia catalana en Italia, tradicional feudo francés, de la iglesia francesa, entre muchas otras cosas. Alfonso, primogénito de Fernando de Antequera, el primer rey castellano, se ciñe la corona que el viejo Pedro el Ceremonioso no ha sabido preservar de la rapiña de aquellos incansables caballeros castellanos que tienen tanta ambición y, por qué no decirlo, también una dosis de buena suerte. Y como todos los Antequera, Alfonso está electrizado por las formas religiosas del inquieto clan familiar, por una fe cristiana que le exige gran compromiso, dogmatismo y la elaboración de una rudimentaria conciencia individual, de una individualidad personal, oportunista porque comercia mentalmente con Dios, pero siempre dinámica.
Taller de Piero de Francesca, Alfonso el Magnánimo coronado y con el cetro en la mano. Musée Jacquemart-André, París, c. 1458-1460. Foto: Delle Donne y Torró, 2016.
Es por este motivo que, si en Medina del Campo y en tierras de grandes explotaciones de trigo y de lana, la reflexión y especulación religiosa tienen gran protagonismo para Alfonso, una vez instalado en Italia se reservará sus fuertes convicciones cristianas para la esfera más íntima, iniciándose en la especulación filosófica. Sin haber sido un Séneca, nunca ningún monarca catalán tuvo una formación tan elevada y un interés tan vivo por las cosas de la especulación con las ideas. La biografía de Alfonso, en contraste con la de otros generales victoriosos, es sobre todo la de un hombre fascinado por las formas del pensamiento y de la cultura. En contraste con otros hombres políticos, también fascinados por el poder y por las formas del buen gobierno, la biografía de Alfonso es la de una persona obsesionada por la naturaleza y el destino del hombre, para la recuperación del saber humanístico como un modelo de bien vivir, de crecimiento moral. Véanse la mayoría de sus retratos, se presenta sin corona, «en cabells», confiando en que la majestad le vendrá dada por su aspecto excepcional, austero, profundo, por una naturaleza emotivamente tan trabajada, tan educada como la de sus referentes morales del mundo grecorromano.
Reverso de la placa de mármol blanco que contiene el bajorrelieve.
Un hombre de armas como Alfonso, caballero fascinado por las historias de Lancelot y del rey Arturo, es a la vez un monarca que convierte su propia formación en un espectáculo de la majestad regia. Así como la comida de los reyes se convierte en el punto culminante del aparato de la etiqueta cortesana, la alimentación intelectual del rey Alfonso presidirá la corte de Nápoles. A veces es una simple clase de gramática latina. Otras, después de cenar, es habitual que todo el mundo asista a las lecturas comentadas de los principales autores grecolatinos, los debates entre grandes intelectuales que el rey protege, como Antonio Beccadelli, el Panormita, o como su formidable rival, Lorenzo Valla, el gran enemigo de la impostura política y de las falsificaciones documentales. El rey conquista el saber y lo comparte con su corte, porque este es el gran don que puede aportar un príncipe moderno, un alto señor del Renacimiento italiano.
Asegura Aristóteles que la magnanimidad que era «la virtud suprema». Un hombre magnánimo es quien no sólo es digno de grandes cosas, sino que también cree que las merece. «Es necio quien no actúa de acuerdo con su mérito», asegura el gran sabio. Y añade: «no hay ningún hombre excelente que sea necio ni insensato», una sentencia que queda por demostrar. Lo cierto es que Alfonso de Aragón fue una personalidad destinada a grandes empresas y las cuestiones no tan mayúsculas fueron, al menos, le, atractivas y vitales. El honor y la fama, atributos propios de los miembros de la caballería, son en las raíces de esta concepción medieval de la magnanimidad que representa Alfonso. Una identidad compleja. Por eso no hay un solo emblema que lo represente, junto con su imagen, sino un conjunto diverso y complementario. Existe la divisa del Sito Peligroso, el Atre Périlleux de la novela artúrica, que indica el caballero excepcional, el monarca que asume cualquier riesgo para cumplir con su deber, incluso tener una silla en el infierno. También el emblema del Mijo, que evoca las cualidades del gobernante ecónomo, del rex agricolas, proveedor y nutricio de su pueblo. El emblema más innovador quizás es el del Libro Abierto, que por primera vez adopta un soberano. Es una evocación del rey culto, el vindicador de las letras, el mecenas de los artistas y creadores. Y por último La Jarra y el Grifo. El emblema caballeresco de su padre, Fernando el de Antequera, una imagen mariana y enormemente cotidiana, precedente claro de una nueva caballería que anuncia ya, en el mundo de la política, el imperio de la Devotio moderna.
El Retrato del rey Alfonso IV el Magnánimo (V según el cómputo de Aragón), entre 1443 i 1450, atribuido a Isaia de Pisa por el historiador Joan Bellsolell Martínez, es puede visitar en la galerArtur Ramon Art, de Barcelona. Se ha editado un catálogo ampliamente documentado e ilustrado.
El Magnànim, quin personatge més formidable, quina història més enlluernadora, més interessant, més admirable, insòlita en la història de Catalunya i de la Mediterrània.
Després d’anar acumulant moments galdosos, compromesos, contradictoris, després de massa derrotes militars i fracassos col·lectius en la nostra història, vet aquí una figura indiscutible que reïx, triomfant, magnificent, una personalitat fascinant alhora pels seus èxits com pels misteris que també projecta.
Fragment del retrat d’Alfons el Magnànim.
Personalitat irrepetible que, passat el temps, mai no es deixa conèixer del tot més enllà de la llegenda, de la imatge èpica de monarca modèlic i, per tant, distant en l’administració del poder més absolut i terrible, esmunyedís i polític, discret com el silenci, ull viu, penetrant, príncep atent, prudent, en una Itàlia fastuosa i desbordant, alhora bulímica de bellesa artística enmig del desastre sempre imminent.
Retrat del rei Alfons IV el Magnànim (V segons el càlcul d’Aragó), d’entre 1443 i 1450, atribuït a Isaia de Pisa per l’historiador Joan Bellsolell Martínez. Baix relleu en placa de marbre blanc, 34,5 x 28 x 4,5 cm.
Alfons V d’Aragó, senyor rei de València, de Mallorca, de Sicília, de Sardenya, de Nàpols i comte de Barcelona, del nou casal cadet dels d’Antequera, casal castellà ambiciós, però ajustadís, d’incansables genets al galop que sobresurt d’entre tota la Trastamarada. Alfons, príncep astut en la guerra i en la caça i, si hem de creure els seus servils admiradors, també poderós atleta, lector atent, encarnació vivent de la serenitat i de la cortesia, també de la moderació en les pulsions, del poder il·lustrat i renovador, de la generositat il·limitada amb els menys afortunats, de la inaudita independència de criteri. De l’home que sap d’on ve i a on va, del que els historiadors han definit com el final de l’edat mitjana europea, un món que batega en els marges geogràfics del continent i que acaba penetrant, fecundant el renaixement italià del segle XV, aportant als fastos de la tradició transalpina del Giotto i de Mantegna el fast de la tradició flamenca i borgonyona, la sofisticació d’un gòtic que redescobreix el retrat individual i l’individualisme, en política i com a valor social.
Detall del baix relleu. La Jerra és l’emblema heràldic dels Trastàmara.
Una paraula, una sola paraula té la capacitat d’evocar i identificar el complex personatge. Magnànim. Un ambiciós feudal fet a ell mateix i que aconsegueix definir, tot sol, ell mateix, la imatge que deixa per a la història, com després ho faran tants i tants dirigents polítics, creadors i homes de negocis, en l’incipient capitalisme mediterrani que va de la creativitat individual de Dante Alighieri a Leonardo da Vinci. Home fet a ell mateix com després ho seran tot de grans magnats del capitalisme nord-americà del segle XX, el rei Alfons dibuixa i llega la seva pròpia imatge històrica, confonent-la amb la de la seva època, gairebé com, segons Andy Warhol i Salvador Dalí, Mao Zedong i Marilyn Monroe representaren millor que ningú els temps de la Guerra Freda.
Anònim, Alfons el Magnànim, Museo Arqueológico Nacional, Madrid, c. 1450. Marbre. Foto: Museo Arqueológico Nacional, col·lecció en línia.
El que sabem de la vida del rei Alfons (Medina del Campo, Castella, 1396 – Nàpols, 27 de juny de 1458) és prou per assenyalar un projecte personal reeixit que, per ventura, coincideix amb una determinada política de pervivència catalana contra totes les adversitats. Més enllà de les fantasies sobre el Compromís de Casp, Catalunya i el conjunt de la Corona d’Aragó aconsegueixen sobreviure com a estat dinàstic, independent i sobirà, al marge de les forces centrífugues dels seus perillosos veïns, que són els vells enemics de sempre, les corones de França i de Castella. Gràcies a grans reis estrangers, com el Magnànim, especialment. I com mig mil·lenni abans, com en temps remots d’Almodis de la Marca (Tolosa de Llenguadoc c. 1020 – Barcelona, 1071), muller de Ramon Berenguer I, per sobre de tot això, mare del Cap d’Estopes, de Ramon Berenguer II, marit de Mahault de Pulla.
Antonio Pisano (Pisanello), Bustos d’Alfons el Magnànim, Còdex Vallardi, Musée du Louvre, París, c. 1445.
Efectivament, el rei Alfons s’adona que l’única sortida és el mar, sempre el mar, que l’única possibilitat de sobreviure és el vell projecte d’Almodis, la primera gran matriarca, un camí que consisteix en abraçar-se a Itàlia, al sud d’Itàlia. Per això quan el rei Alfons entrarà triomfalment, com a senyor i sobirà, a la ciutat de Nàpols el 1443, proclama que no ho fa com a conqueridor, encara que hagi sostingut una llarga guerra contra els Anjou i el Papat. Ho fa com a legítim descendent del casal reial de Nàpols. Com a descendent d’aquella primera Mahault de Pulla, filla de Robert Guiscard, l’aventurer normand, el Cid normand que va recuperar de mans sarraïnes el gran sud italià. Com si es complís una profecia política, els catalans aconsegueixen el centre de la Mediterrània gràcies al Magnànim. I gràcies al bon rei l’impuls italià de la cultura catalana del segle XV, almenys en belles arts, arquitectura, literatura i música, assoliran una categoria, una qualitat i un dinamisme inesperats, molt més notables que el que França i Castella són capaços d’elaborar en solitari. Els noms de Jaume Huguet, Bernat Martorell, Lluís Dalmau, Guillem Sagrera, Ausiàs March, Jordi de Sant Jordi i Joanot Martorell permeten identificar per menut aquest gran esclat de creativitat.
Alfons forma part d’aquell grup familiar que va protagonitzar el cop d’Estat que coneixem com a Compromís de Casp.
Alfons el Magnànim ens ha llegat una imatge que, de vegades, ens sembla excessivament positiva, com si les proeses de la seva biografia no fossin realment excepcionals, com si avui no enlluernés tothom, a casa nostra però també a Itàlia, a tot Europa. Al marge de les formidables victòries militars, la seva és la trajectòria d’un individu propietari del seu destí, al marge de les inèrcies socials, del gregarisme consuetudinari que es reserva a un príncep de sang a finals de l’Edat Mitjana. Alfons, inicialment, i ben jove, forma part d’aquell grup familiar, compacte i coordinat, que va protagonitzar el cop d’Estat que coneixem com a Compromís de Casp, un cop d’Estat dirigit per sant Vicent Ferrer i que, en nom del Vaticà, pretenia extirpar la presència catalana a Itàlia, tradicional feu francès, de l’església francesa, entre moltes d’altres coses. Alfons, primogènit de Ferran d’Antequera, el primer rei castellà, es cenyeix la corona que el vell Pere el Cerimoniós no ha sabut preservar de la rapinya d’aquells incansables cavallers castellans que tenen tanta ambició i, per què no dir-ho, també una bona dosis de sort. I com tots els Antequera, Alfons està electritzat per les formes religioses de l’inquiet clan familiar, per una fe cristiana que li exigeix gran compromís, dogmatisme i l’elaboració d’una rudimentària consciència individual, d’una individualitat personal, oportunista perquè comercia mentalment amb Déu però sempre dinàmica.
Taller de Piero de Francesca, Alfons el Magnànim coronat i amb el ceptre a la mà. Musée Jacquemart-André, París, c. 1458-1460. Foto: Delle Donne i Torró, 2016.
És per aquest motiu que, si a Medina del Campo i en terres de grans explotacions bladeres i de llana, la reflexió i especulació religiosa tenen gran protagonisme per a Alfons, un cop instal·lat a Itàlia es reservarà les seves fortes conviccions cristianes per a l’esfera més íntima, iniciant-se en l’especulació filosòfica. Sense haver estat un Sèneca, mai cap monarca català tingué una formació tan elevada i un interès tan viu de les coses de l’especulació amb les idees. La biografia d’Alfons, en contrast amb la d’altres generals victoriosos, és sobretot la d’un home fascinat per les formes del pensament i de la cultura. En contrast amb d’altres homes polítics, també fascinats pel poder i per les formes del bon govern, la biografia d’Alfons és la d’una persona obsessionada per la naturalesa i el destí de l’home, per la recuperació del saber humanístic com a un model de ben viure, de creixement moral. Mireu la majoria dels seus retrats, es presenta sense corona, “en cabells”, confiant que la majestat li vindrà donada pel seu aspecte excepcional, auster, profund, per una naturalesa emotivament tan treballada, tan educada com la dels seus referents morals del món greco-romà.
Revers de la placa de marbre blanc on hi ha el baix relleu.
Un home d’armes com Alfons, cavaller fascinat per les històries de Lancelot i del rei Artús, és alhora un monarca que converteix la seva pròpia formació en un espectacle de la majestat règia. Així com el dinar dels reis esdevé el punt culminant de l’aparat de l’etiqueta cortesana, l’alimentació intel·lectual del rei Alfons presidirà la cort de Nàpols. De vegades és una simple classe de gramàtica llatina. D’altres, després de sopar, és habitual que tothom assisteixi a les lectures comentades dels principals autors grecollatins, als debats entre grans intel·lectuals que el rei protegeix, com Antonio Beccadelli, el Panormita, o com el seu formidable rival, Lorenzo Valla, el gran enemic de la impostura política i de les falsificacions documentals. El rei conquereix saber i el comparteix amb la seva cort, perquè aquest és el gran do que pot aportar un príncep modern, un alt senyor del Renaixement italià.
Assegura Aristòtil que la magnanimitat que era “la virtut suprema”. Un home magnànim és qui no només és digne de grans coses, sinó que també creu que les mereix. “És neci qui no actua d’acord amb el seu mèrit”, assegura el gran savi. I afegeix: “no hi ha cap home excel·lent que sigui neci ni insensat”, una sentència que queda per demostrar. El cert és que Alfons d’Aragó fou una personalitat destinada a grans empreses i les qüestions no tan majúscules van ser, almenys, lluïdes, atractives i vitals. L’honor i la fama, atributs propis dels membres de la cavalleria, són en les arrels d’aquesta concepció medieval de la magnanimitat que representa Alfons. Una identitat complexa. Per això no hi ha un sol emblema que el representi, juntament amb la seva imatge, sinó un conjunt divers i complementari. Hi ha la divisa del Siti Perillós, l’Atre Périlleux de la novel·la artúrica, que indica el cavaller excepcional, el monarca que assumeix qualsevol risc per complir amb el seu deure, fins i tot tenir una cadira a l’infern. També l’emblema del Mill, que evoca les qualitats del governant ecònom, del rex agricolas, proveïdor i nodridor del seu poble. L’emblema més innovador potser és el del Llibre Obert, que per primer cop adopta un sobirà. És una evocació del rei culte, el vindicador de les lletres, el mecenes dels artistes i creadors. I per últim La Jerra i el Griu. L’emblema cavalleresc del seu pare, Ferran el d’Antequera, una imatge mariana i enormement quotidiana, precedent clar d’una nova cavalleria que anuncia ja, en el món de la política, l’imperi de la Devotio moderna.
El Retrat del rei Alfons IV el Magnànim (V segons el càlcul d’Aragó), d’entre 1443 i 1450, atribuït a Isaia de Pisa per l’historiador Joan Bellsolell Martínez, es pot visitar en la galeria Artur Ramon Art, de Barcelona. Se n’ha editat un catàleg a bastament documentat i il·lustrat.
En plena pandèmia, i tot de gent fent cua davant l’exposició de Jaume Plensa a la galeria Senda, de Barcelona.
Si sou habituals de les galeries d’art, sabreu que aquesta imatge no es dona ni els dies d’inauguració, quan hi ha barra lliure de cava, canapès i croquetes de pollastre.
El públic admira i retrata les escultures de Jaume Plensa a la galeria Senda. Foto: RM.
Però Plensa, el nostre artista més internacional, juga en una altra lliga. A Barcelona no té el favor dels que tallen el bacallà en el món de l’art institucional. Però sí el del públic. Fins i tot el del públic que no visita gaires museus ni galeries. I és que –oh, anatema– l’obra de Plensa agrada a gairebé tothom!
“Aquest és el seu pecat”, penso, mentre observo la gent admirant, fotografiant de manera compulsiva Minna’s Words, un cap de noia suspès, amb els ulls tancats i un dit davant dels llavis per demanar-nos que abaixem el volum, que escoltem els batecs del nostre cor.
L’espiritualitat new age de Plensa és ecumènica.
L’espiritualitat new age de Plensa és ecumènica. No necessita gaires explicacions; de fet, sobren les paraules i els discursos. Cadascú se la pot fer seva.
Sempre he pensat que Plensa és un artista amb molt poques idees, però poderoses, universals, gairebé tan recognoscibles com els rellotges tous de Dalí. I que el món cultural català és ple d’envejosos.
Minna’s Words és una escultura de fusta, recoberta amb una pell de bronze, suspesa en l’aire gràcies a uns cables metàl·lics. Les paraules de Minna són mots interiors, escoltats durant La Llarga Nit –títol de l’exposició–, aquest espai-temps durant el qual suspenem tota activitat i intentem domar els nostres dimonis.
A l’entrada de l’exposició, també suspesa en l’aire, la volàtil Invisible Ana ens parla de la nostra fragilitat. Es tracta d’una altra testa femenina, ara en malla d’acer. Que cadascú hi interpreti el que vulgui, la invisibilitat de la dona –o de l’ésser humà–, la seva vulnerabilitat, l’orografia dels cossos, les limitacions de les aparences…
Precisament, un dels recursos més emprats darrerament per Plensa és una variant de les anamorfosis, deformacions òptiques que “descorregeixen” les habituals il·lusions visuals amb què l’art del renaixement definia l’espai. L’escultura Laura Àsia, també de fusta recoberta amb bronze, reivindica la puresa de la joventut. El seu rostre canviant obliga l’espectador a executar una dansa inconscient al seu entorn.
L’exposició de Jaume Plensa La Llarga Nit es pot visitar en la galeria Senda, de Barcelona, fins al 31 de gener.
En plena pandemia, y un sinfín de gente haciendo cola ante la exposición de Jaume Plensa en la galería Senda, de Barcelona.
Si sois habituales de las galerías de arte, sabréis que esta imagen no se da ni los días de inauguración, cuando hay barra libre de cava, canapés y croquetas de pollo.
El público admira y retrata las esculturas de Jaume Plensa en la galería Senda. Foto: RM.
Pero Plensa, nuestro artista más internacional, juega en otra liga. En Barcelona no tiene el favor de los que cortan el bacalao en el mundo del arte institucional. Pero sí el del público. Incluso el del público que no visita demasiados museos ni galerías. Y es que –¡oh, anatema!– la obra de Plensa gusta a casi todo el mundo.
«Este es su pecado», pienso, mientras observo a la gente admirando, fotografiando de manera compulsiva Minna’s Words, una testa de muchacha suspendida, con los ojos cerrados y un dedo ante los labios para pedirnos que bajemos el volumen, que escuchamos los latidos de nuestro corazón.
La espiritualidad new age de Plensa es ecuménica.
La espiritualidad new age de Plensa es ecuménica. No necesita muchas explicaciones; de hecho, sobran las palabras y los discursos. Cada cual se la puede hacer suya.
Siempre he pensado que Plensa es un artista con muy pocas ideas, pero poderosas, universales, casi tan reconocibles como los relojes blandos de Dalí. Y que el mundo cultural catalán está lleno de envidiosos.
Minna’s Words es una escultura de madera, recubierta con una piel de bronce, suspendida en el aire gracias a unos cables metálicos. Las palabras de Minna son palabras interiores, escuchadas durante La Llarga Nit –La Larga Noche, título de la exposición–, ese espacio-tiempo durante el cual suspendemos toda actividad e intentamos domar nuestros demonios.
A la entrada de la exposición, también suspendida en el aire, la volátil Invisible Ana nos habla de nuestra fragilidad. Se trata de otra cabeza femenina, ahora en malla de acero. Que cada uno interprete lo que quiera, la invisibilidad de la mujer –o del ser humano–, su vulnerabilidad, la orografía de los cuerpos, las limitaciones de las apariencias…
Precisamente, uno de los recursos más utilizados últimamente por Plensa es una variante de las anamorfosis, deformaciones ópticas que «descorrigen» las habituales ilusiones visuales con que el arte del renacimiento definía el espacio. La escultura Laura Asia, también de madera recubierta con bronce, reivindica la pureza de la juventud. Su rostro cambiante obliga al espectador a ejecutar una danza inconsciente a su entorno.
La exposición de Jaume Plensa La Llarga Nit se puede visitar en la galería Senda, de Barcelona, hasta el 31 de enero.
Sempre m’ha semblat que a Madrid la Fundació March fa les millors exposicions, més enllà del Prado i el Reina Sofía.
Saben apostar per projectes que es vertebren a través d’una tesi sòlida pensada per professionals, i trien obres de qualitat. Tot bo i explicat en textos i catàlegs que soc capaç d’entendre.
William Kentridge, More Sweetly Play the Dance, 2015. Fotografia de la instal·lació. Cortesia de l’artista.
De jove, als anys vuitanta, a través d’aquestes exposicions vaig descobrir Schiele, Mondrian, Klee i Motherwell, entre d’altres: un aprenentatge de la modernitat. I, darrerament, recordo haver vist les dedicades a William Morris, Semper o Lyonel Feininger. A més, les conferències online conformen un catàleg de les visions més diverses i riques que saben fusionar molt bé l’erudició i la divulgació, cosa del tot inusual entre nosaltres.
A Barcelona, encara als anys vuitanta, teníem les mostres de la Fundació “la Caixa” al Palau Macaya, que mantenien el mateix to que les de la March. Afortunadament, avui qui ha agafat el relleu és el CCCB. Allà vaig veure mostres mítiques com Las cases de l’ànima (1997) de Pedro Azara, Les literatures del exili (2005) de Julià Guillamon o, més recentment, les dedicades a Passolini Roma (2013) o Stanley Kubrick (2018-2019). Dissabte passat vaig passar un matí de primera viatjant per les visions animades de William Kentdrige (Johanesburg, 1955), en una de les millors mostres que he vist a la ciutat en anys. Les seves pel·lícules animades són dibuixos en moviment plens de poesia, que expliquen l’art del traç com una evolució de la idea a la forma. Un viatge ple de dubtes on l’atzar hi juga un paper fonamental.
El gran mural More Sweetly Play the Dance es troba entre les danses de la mort medievals i les ombres xineses dels modernistes.
Mai no m’ha interessat gaire l’art polititzat, i utilitzo aquest mot i no el de “polític” entenent que tot art té sempre alguna cosa de política. Polititzat vol dir que s’instrumentalitza a través de la política, que és subsidiari d’una visió ideològica del món. No entro en el discurs polititzat que pot haver-hi rere el conflicte de l’Apartheid que dibuixa Kentridge, simplement perquè el desconec. Em fixo en com corren les imatges a través del traç, com es creen i s’esborren, metàfores de la memòria. No puc deixar de mirar els grans tapissos on figures retallades, amb un ressò dels cartells soviètics d’avantguarda, es disposen sobre cartografies antigues. Em fascina el gran mural More Sweetly Play the Dance, que es troba entre les danses de la mort medievals i les ombres xineses dels modernistes. Un fris en moviment de quaranta metres de llarg que ocupa tota la segona planta del centre, una obra a mig camí entre la instal·lació artística i les arts escèniques.
L’obra de Kentridge té alguna cosa d’hipnòtica. Els ulls s’imantaven amb les seves imatges de Drawing for Projection, projecte que començà el 1989 quan començava a desmantellar-se l’Apartheid. La relació entre l’industrial miner, Soho Eckstein, i el poeta Felix Teitlebaun, alter ego del propi artista, narrada amb imatges que es van construint amb el carbonet i llapissos de color blau i que s’esborren amb la goma, dibuixos que em recorden els de Goya o Kate Kollwitz. Influència que es fa encara més evident quan veus en directe els set dibuixos originals que s’hi exposen. Un homenatge a l’inici del cinema, Méliès, per a dibuixar el pas del temps i l’estratificació de la memòria.
Una oportunitat única per descobrir aquest artista singular que ja vem veure a la mostra del MACBA de 1999, i que podrem tornar a visitar ben aviat a Lleida quan a la Planta de la Fundació Sorigué s’exposi la seva instal·lació abans citada.
En sortir, no vaig entendre per què la gent feia cues per veure fotografies velles a World Press Photo 2020, en grups concentrats d’ulls sense boques que barren el pas i no deixen veure de prop les imatges. La mostra bona és a dalt i érem quatre veient-la… Ara que no ens deixen moure’ns, veure Kentdridge és un viatge fascinant i enriquidor. No se la perdin (hi ha temps fins el 21 de febrer de 2021).
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